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a veces dejo que la hipocresía se haga cargo de mí. que me pinte de rojo las manos y me astille el corazón con agujas de plata cuando estoy lo suficientemente cansada para que existamos por una noche más. si por una de esas casualidades se abre paso entre tus costillas y toca a tu puerta, rehuíla; alguien tiene que mantener intacta la determinación.
(sabemos bien que esa persona no soy yo)
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