Corazón escarchado

867 110 11
                                    

Invierno

Capítulo ocho

Corazón escarchado

U

na versión miniaturizada de la aurora boreal comenzaba acrepitar dentro de lo que parecía una chimenea gigantesca. Su luz azúl verdosa rebotaba en las paredes de hielo de la estancia.

El príncipe Diamante se paseaba de un lado a otro bastante desesperado.

—¡¿Argh,por qué tarda tanto?! — refunfuño el señor del invierno.

—Paciencia señor, las mujeres siempre tardan más en arreglarse — le dijo el señor White, mientras le servía una copa de un vino mentolado.

—¡Además, a dormido todo el día, casi anochece!— se quejó su majestad.

—Amo,comprenda. Fue agotante para ella escalar la montaña con esa tormenta — intervino el ama de llaves.

—¿Y vio la forma en que llegó vestida? Lista para dormir — agregó el mayordomo.

—Eso debió pensarlo antes. Si hubiese venido cuando se lo pedí... — intentó escudarse como si fuera un niño pequeño.

Unos pasos, resonaron en la majestuosa escalinata congelada. Apenas hacia ruido pero fue suficiente para atraer la atención.

—¡Amo,amo! — le apremió el señor White que fue el primero en percatarse de su presencia.

Nada más verla,el Príncipe Diamante se molesto.

—¿Por qué trae un vestido negro? Señora White. ¿Qué pasó con el vestido turquesa que elegí para ella?

—No lo se señor.

—¡Que se lo cambié!- ordenó tajantemente.

—P-pero amo... — protestó la señora White.

—Señor, ya está aquí. ¿Qué más da el color que usé? — intervino el  muñeco de nieve.

El príncipe miró huraño a sus sirvientes.

Amethys se asomó  por la puerta hacia la destellante habitación verde jade. Las luces que se desprendían de la chimenea le daban esa extraña coloración.

Todos la miraban en silencio conforme se armaba de valor para entrar, y al parecer ella no tenía muchas ganas de hablarles. Por obvias razones su rostro se veía molesto,malhumorado.

—Señor — lo apuró el señor White.

—Bueno... Bien... Pues... Bienvenida... — carraspeo el príncipe mientras le hacía una reverencia.

Amethys inhaló una profunda bocanada de aire por la nariz y la soltó despacio. Lentamente entró en la habitación.

—Lindo vestido... Mmmh... ¿No te ha gustado el otro?

Era evidente que no lo iba a dejar pasar. El señor y la señora White se miraron decepcionados por la terquedad de su amo. Ambos lo querían, pero en ocasiones como esa hasta ellos se desquiciaban con su comportamiento.

Amethys se paseo por la habitación sin responderle. Se acercó a la chimenea intrigada por las luces que crepitaban verdes,como si fueran una hoguera.

«¡Patetico!» pensó Amethys, pero aún así intentó tocar las flamas de aquel fuego verde.

El príncipe Diamante,que había estado siguiendo sus movimientos, fue a cogerle la mano antes de que se lastimará.

inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora