Anécdota anónima
Resulta que el año pasado conocí a un chico muy lindo que además por su forma de ser era agradable de tratar, de modo que nos llevábamos muy bien. Todo el mundo decía que formábamos la pareja perfecta, cosa que a mí me hacía más que feliz porque era cierto que me sentía atraída por él.
El punto es que pasó ese año, y este año el destino volvió a colocarnos una vez más como compañeros. Unos meses después conseguí su número y al cabo de poco tiempo hablábamos todos los días por mensaje.
—Oye, ¿te puedo decir algo? —me escribió un día.
¡Santa Virgen de la papaya! ¡Se me va a declarar!, pensé.
—Claro, sabes que sí —respondí.
Esperé un minuto. Dos minutos. Y no me decía nada. Duro así horas. ¡Horas!
—De acuerdo, pero no le digas a nadie... tampoco quiero ponerte incómoda —escribió por fin.
—Sí, sí —envié a toda prisa.
—Soy gay.
—Te lo cuento porque te has convertido en una de mis mejores amigas. Confío en ti.
—Y estoy enamorado.
Sí... así es. Viví enamorada de un chico que no tenía ojos para las chicas, pero no lo tomen a mal, no tengo nada en contra de la comunidad LGBT. El detalle, gran detalle, fue que me enamoré de alguien con quien no tenía posibilidades.
Y como el chico es guapo, hay demasiadas chicas tras él que le coquetean y lo miran todo el tiempo. Ahora a mi nada más me queda reírme y seguir caminando con mi amigo...
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Anecdotario Público
RandomEntre para más información o llame al número que aparece en pantalla. Si marca ya, ¡se llevará totalmente gratis un segundo Anecdotario Público! ¿Qué espera? ¡Levante ese teléfono y ordene el suyo! Válido hasta agotar existencias.