Capítulo 22

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Luego de su conversación con Légore y la recolección de algunas evidencias, el padre Milson las entregó a la policía como parte de la investigación. Llegó a tiempo para escuchar de la oficial Eminda la posición de la iglesia con respecto a la búsqueda de los cuadros en los templos sagrados.

—La diócesis no está muy complacida con su nuevo pasatiempo —comentó.

—Recibí una carta del obispo en la que me recomienda no inmiscuirme en los asuntos de la policía relacionados con la desaparición de los fetos —manifestó.

—Los rumores en torno al padre Loenzo y el padre Leónidas los tiene en crisis espiritual. A usted lo señalan como un provocador que intenta conspirar contra la iglesia para acrecentar la violencia dándole la espalda a Dios. Y por nada del mundo consideran la conducta de los sacerdotes como una justificación para dudar de la iglesia. Siempre ha sido así.

Tomó la carta que posaba encima del escritorio.

Escuche esta parte, padre:

«Los cuadros fotográficos con los vientres y los fetos de las mujeres sólo habitan en la desquiciada mente del doctor Sié. Tales hurtos no existen, y las mujeres que los han denunciado han sido pagadas y padecen de problemas psiquiátricos».

El doctor Sié agrandó los ojos. Era la tercera vez que lo hacía y la tercera vez que lo escuchaba de la oficial Eminda. Lo había adoptado como un castigo auditivo.

Esta es la parte que más me gusta, escuche:

«Cualquier transgresión contra la virtud de la religión por más encomiables razones que existan para dudar, es un sacrilegio que señala a los enemigos de la iglesia que corrompen la fe y desvirtúan el nombre de Dios». ¿Qué le parece? No puedo creer que luego de treinta y cinco años de servicio clerical usted sea un enemigo de la iglesia que tanto defendió, sólo porque quiere esclarecer un tema oscuro. Igual que con el Gobierno. No es distinto en cualquier parte.

Tomó un sorbo de café que deshilaba el aroma con el vapor y comenzaba a hacerle cosquillas a las papilas gustativas del padre Milson.

Reanudó la conversación:

—Lo cierto de todo este asunto es que la búsqueda, de lo que según ellos: "no existe", ha sido suspendida. No hay autorización para curiosear en las iglesias que prestan el servicio a los feligreses. Está resaltado y en negrilla. Es un sacrilegio. Es la orden directa del Gobierno. El tema fue escalado hasta la cima. ¡Qué contradicción! Nos piden a gritos soluciones y nos amarran las manos. ¡Adoro los gobernantes de esta nación! —Un sorbo de agua le refrescó el mal genio—. Respecto a la cátedra pasada, doctor Sié, sobre la forma en que el mal planea invadirnos con sus huestes infernales, le confieso que me cuesta comprender el tema. Digamos que suena lógico, pero, ¿por qué el hurto de los fetos?, ¿por qué el vientre fotográfico?

—Mientras no haya un hijo por la desaparición, es una experiencia traumática que podía interpretarse como un aborto. Y la mortificación de una mujer es bienestar para el demonio. Vive al acecho de la humanidad y conoce sus reacciones. Sabe con certeza a quien culparán por la pérdida. ¿Tienen idea de cuántos abortos se practican a diario solamente en la ciudad de Nueva York? Ese holocausto de muertes es el tortuoso camino que satisface el mal. Una foto se elimina o perdura en el tiempo. Por eso escogió el vientre fotográfico. Es la clara interpretación del símbolo.

—¿No es más fácil para el mal... habitar en los vientres de cada mujer y nacer cuando sea el momento? —cuestionó.

—Debe haber una causa. Cada feto que vaya desde el vientre materno al vientre fotográfico, será en sentido simbólico, una especie de aborto por haber sido arrancado. Es así como cada feto se convierte en el vehículo de un espíritu maligno al ser habitado por éste, y el camino que lo conducirá a nuestro mundo, es... la fotografía. Así el hijo del mal llegará con sus legiones para arrasarlo todo.

Entre vientres de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora