Luz Escarlata- Los Deambulantes Capitulo 1

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  ¿Alguna vez has sentido que el fin se acerca? ¿Qué el tiempo que te queda, es limitado? 

Una lágrima resbaló por su helada mejilla. Necesitaba verla de nuevo. Su hija permanecía oculta, viviendo con Marie; siempre en peligro simplemente por respirar, y ella no podía estar cerca para protegerla, ni tampoco podía enviar a alguien a vigilarla; eso sería una alerta para los cazadores. Sabía que su tiempo estaba contado, pronto la descubrirían y la utilizarían para llegar hasta ella.

¿Cómo podías cuidar de alguien y al mismo tiempo desaparecer de su vida sin hacer ruido?

Pronto sería el cumpleaños de Annete, y aunque Carmen no encontrara ningún motivo para festejar, los humanos sí, y la chica era humana. Además, apenas podía verla una o dos veces al año con suerte. No hacerlo en su cumpleaños sería... ¿Malo? ¿Cruel?

Para los humanos todo parecía cruel, aun cuando eran ellos quienes más mataron en toda guerra. 

Era irónico, los humanos eran curiosos, podían dejar de hablarte si olvidabas su cumpleaños, pero no si buscabas perjudicarlos. 

Miró por la ventana con recelo; diecisiete años habían pasado desde el nacimiento de Annete, un período que representaba el despertar de un nuevo sentimiento en Carmen, además de haber sido el peor error y la mayor amenaza. ¿Era culpa?

Frunció el ceño y apretó la mandíbula. Aquellos pensamientos fatigantes que la invadían cuando intentaba mostrar algo de humanidad,  la alteraban, haciéndole recordar lo que era y aquel error pasado que la había llevado a esta riesgosa situación. Quizá no era afecto lo que le había impedido matar a la chica desde que nació, sino remordimiento.

  Remordimiento... ¿De verdad era eso?  

Sonaron los pasos aún lejanos; pronto estarían cerca. Alguien se aproximaba a la oscura habitación con rapidez.

Una mujer muy blanca, de cabello corto y rubio, alta, de unos veintiséis años de edad, hizo su entrada y bajó la cabeza a modo de saludo al encontrarse con la delgada espalda de su líder.

—Lisa, ¿Qué noticias me traes? —la voz de Carmen fue más fría que de costumbre, y sin voltear a verla, siguió hablando creyendo saber lo que venía a decirle.

Lisa se irguió; desde hacía muchas décadas que era fiel a su líder, pero no una esclava. Despreciaba agacharse ante cualquiera.

—Frederick mandó noticias desde el Norte. Tan solo en la última semana han matado a más de cuarenta, todos pertenecientes al nido.

—¿La causa? —Carmen ya la sabía, solo quería oír que lo confirmaran.

—Todos fueron decapitados.-contestó Lisa en un tono calmado, detalle que enfurecía a Carmen. A Lisa no le importaba quienes morían, a menos que se tratara de Frederick o ella.

Las pupilas de la hermosa mujer se dilataron y apretando el puño izquierdo, rugió mientras se clavaba las uñas en la palma de la mano, provocando un sangrado abundante en su propio cuerpo, haciendo destellar la mirada fiera de Lisa.

—¡Malditos!-bramó entre dientes.

Al ver el chorro de sangre escurriendo de la mano de su líder, los ojos de Lisa se desorbitaron y su fino rostro se endureció hasta dejar ver a una persona totalmente distinta a lo que aparentaba ser, revelando su verdadera naturaleza tan ajena al mundo mortal. Sus ojos cambiaron, de ser azules pasaron a ser del color de la sangre como los de cualquier depredador hambriento. Carmen lo notó y divertida se volvió, elogiada por saber lo que le provocaba.

—Veo que no te has alimentado, ¿falta de tiempo?-extendió la mano, dejando la sangre descender lentamente, tentándola gota a gota. Era consciente del sabor de su propia sangre y de los pensamientos de deseo y lujuria que sembraba en quienes la olían. Todos querían probar un poco. Todos querían poseerla. 

Luz EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora