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Nada.

Ya había pasado una semana desde la masacre de los vampiros y lobos en el barrio francés y nada había aparecido.

Parecía que simplemente murieron por causas naturales, pero eso no era verdad, los vampiros y licántropos no pueden solo recostarse en una bodega y morir sin más.

Todos continuaron con sus vidas, era lo único que se podía hacer cuando no había siquiera pistas del responsable, como si hubiera aparecido con el único fin de asesinar para después desaparecer en el aire.

Rebekah y Kol entraron a la universidad Tulane de New Orleans, querían "sentirse más humanos", aunque más allá de eso debían de existir otras razones creíbles. Marcel y Klaus llevaban una relación padre e hijo, por lo menos eso parecía, mientras esperaban el regreso de Hope. Freya disfrutaba libremente de su magia y su novia.

El noble Elijah era la oveja negra, quien no encontraba su lugar, quien lo único que podía hacer era esperar a que Hayley volviera y suplicar una segunda oportunidad; con la ilusión de paz todo sería diferente.

El cielo se burlaba de él, manifestando sus sentimientos: comenzó a llover a cántaros.

Por suerte decidió llevar una sombrilla por si llegaba a ser el caso; lo abrió con su típica elegancia y cuando estaba por tomar un taxi de vuelta a casa la vio, empapada, sentada en las escalinatas de un edificio. No hacía muecas de disgustos por el agua que caía sobre ella, de hecho, parecía como si solo estuviera sentada en un día soleado viendo a la gente pasar.

Elijah se acercó tratando de cubrirla con la sombrilla, cosa que llamó su atención. Levantó la mirada y lo vio con extrañeza, por lo cual él decidió romper el silencio:

—¿Qué haces afuera con este clima? —Vio a su alrededor para confirmar lo que ya sabía: todos habían corrido a buscar refugio o caminaban con sus sombrillas a paso veloz.

Solo logró que lo viera de forma más curiosa.

—Olvidé mis llaves y mi compañera de departamento no llega, querido extraño. —Tenía una voz incluso más encantadora cuando no estaba enojada.

Elijah hubiera saltado en un pie de la emoción; ya sabía dónde vivía la joven de ojos misteriosos color verde.

—Te vas a resfriar. —Notó como estaba vestida, finalmente pudo ver más allá de sus ojos: una camisa sin mangas roja como su cabellera empapada y unos pantalones vaqueros ajustados; la pobre debía de estar sufriendo de hipotermia. —¿Te puedo invitar un café? —No le importaba conocer sus secretos, solo quería asegurarse de que no se congelara en esa calle.

—Gracias, pero no gracias. No acepto salidas con extraños. —Se levantó del suelo y Elijah se dio cuenta de que no temblaba. No estaba seguro de si ya tenía hipotermia o si simplemente era resistente al frío.

—En ese caso... —Tomó la mano de la mujer de orbes verdes, aunque viéndola bien, sus ojos parecían tener pequeños toques grises. Ella se estremeció y culpó a la lluvia, creyendo que el frío finalmente le estaba afectando. —Elijah Mikaelson, es un placer conocerte.

—Soy...

—¡Oh, mi dios! —Fue interrumpida, haciendo que Elijah se molestara un poco. —¡Debes estar congelada, Mi Cielo! —Una mujer castaña, de ojos negros y ligeramente baja se acercó a ellos con sombrilla en mano para cubrir a la de ojos verdes.

—Lo estoy. —«No se nota» pensó Elijah viendo que aún no temblaba ni tartamudeaba, ni mostraba síntomas de hipotermia.

—Gracias por cuidarla. —Habló la de ojos negros dirigiéndose a Elijah. —Me llamo Fiorella. —Se presentó con cordialidad, pero sin tenderle la mano pues estaba muy ocupada sujetando la sombrilla y buscando las llaves en su bolso al mismo tiempo.

—Elijah Mikaelson. —Respondió de forma educada con su típico tono elegante, aunque en el interior se sentía impaciente.

—¡Adentro, mi niña! —Fiorella prácticamente empujó a su amiga dentro del edificio. Parecía su madre y se veían de la misma edad.

—Adiós, Elijah. —Le dedicó al Mikaelson una mirada que lo llenó de calor a pesar de que la lluvia comenzó a ser tan fuerte que al caer las gotas en el asfalto revotaban y mojaban sus pantalones aún más. —Gracias por la invitación. —Su voz, era aún mejor cuando no gritaba histérica en francés y pudo confirmar que tenía acento del sur, tal vez Kansas.

Antes de poder contestar, Fiorella cerró la puerta en su cara para que el interior del edificio no se mojara. Elijah escuchó pasos y después ya no había nada más ahí dentro que le interesara.

Tomó un taxi y cuando estaba a punto de llegar a casa golpeó el asiento delantero con algo de fuerza, pero no la suficiente como para hacer daños ¿Cómo era posible que supiera el nombre de la amiga, pero no el de la mujer de los secretos?

Entonces una idea se materializó en su mente. Era estúpida, en serio una idiotez, pero en ese momento no le pareció: necesitaba distraerse ¿Qué mejor que un misterio? ¿Qué mejor que descifrar secretos de una hermosa desconocida?

Si ya no había guerra bien podía emprender la lucha interna de esa mujer, porque debía aceptarlo, era cautivante sin necesidad de hablar. Finalmente se había fijado en el cuerpo de ella (algo tarde pues lo hizo en el taxi sintiendo la mirada molesta del conductor por el retrovisor) pero era preciosa, tremendamente sensual y con curvas de infarto. Recordó como aquella camisa roja le enmarcaba el busto redondo y bien marcado, como a pesar de ser alrededor de veinte centímetros más baja que él, tenía las piernas bastante largas, creando la ilusión de altura.

Podía tener mil años, pero seguía siendo un hombre con gusto por las mujeres bellas y esa mujer en definitiva lo era.

Estaba mal y lo sabía, pero tendría un "juego" con ella: nada de control mental, nada de jugarretas además de usar el encanto que había conseguido de nacimiento y mejorado con el pasar de los años.

Encontró su distracción mientras regresaba Hayley.

Llegó a casa finalmente y no encontró paz ahí; Rebekah y Kol se lanzaban hojas de papel a la cara. Peleaban como niños.

—¡¿Quién diablos necesita tantas matemáticas para hacer moda?! —Gritaba Rebekah.

—¡Te dije que estudiaras música! —Le gritaba Freya quien estaba entre ellos tratando de separarlos.

—¡Solo obliga a alguien para que haga tu tarea! —Le respondió Kol.

—¡Quiero ser humana! —Elijah solo veía y reía internamente.

—¡Dejen de discutir por eso! —Interrumpió Klaus en un grito que reverberó por todo el lugar, obligando a los demás a verle. Era obvio que estaba molesto. — ¡Dos vampiros más aparecieron muertos!

Y ahí murió cualquier chiste de familia.

La cabeza de Elijah solo podía pensar en lo más banal posible en aquel momento «Niklaus no dejará a Hope en peligro, Hayley tardará más en volver».

Distraction {Elijah Mikaelson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora