Capítulo 9: Efectos colaterales.

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Los planes de Eri y Louis se vieron truncados cuando Tommy se negó rotundamente a aparecer por casa a la hora de comer. Tenía cosas que hacer con Scott.

Cosas como, por ejemplo, conjurar acerca de lo que sus padres habían hecho cuando ellos estaban juntos, en la habitación de Tommy, tirados en el suelo jugando a videojuegos de gráficos tan perfectos que no resultaban ni creíbles. Había llegado el momento en el que la tecnología superó a la ficción, y la juventud prefería, curiosamente, los juegos de antaño, de menor calidad y peores gráficos. Era el caso, por ejemplo, del Super Mario Bros.

No habían sido lo suficientemente listos como para darse cuenta de que en casa de Tommy se estaba cociendo algo, algo gordo, muy gordo, de proporciones estratosféricas, apoteósico, como le gustaba decir a Scott.

En lugar de escuchar en la sombra, como ya se había encargado de hacer Eleanor en cuanto sonó aquél teléfono en la cocina, prefirió vivir en su burbuja de ignorancia.

Así que, de la que caminaban en dirección a la casa de los Malik, sus palabras se enmarañaban y cortaban las unas a las otras, como si al discutir y no dejar que el otro terminase la frase fueran a llegar más rápidamente a la conclusión que buscaban.

-¿Sabes? Creo que estás jodido, hermano-comentó Scott, arrastrando tras de sí el skate que se había empeñado en llevar a clase, a pesar de que Sherezade no soportaba que lo hiciera.

-¿Tú crees? ¿En serio? No me digas-ironizó Tommy, dándole una patada a una piedra entrometida en su camino-. Mi hermana sabe algo y no me lo quiere decir. La zorra disfruta con mi sufrimiento.

-Es mujer-respondió Scott, encogiéndose de hombros-. Ahora, en serio. Esta noche he oído a mis padres hablando de lo que los tuyos les han dicho. Y parecen preocupados.

-Seguramente me vaya a un internado a Escocia, o algo así.

-Las escocesas están más buenas que las inglesas.

-No, tío, esas son las galesas. Las escocesas son más fáciles.

Scott se detuvo, enhiesto en la baldosa que ocupaba.

-Macho, si vas a ir a Escocia y es verdad lo que dices, no creo que sea una gorda la que se te viene encima... precisamente.

Tommy puso los ojos en blanco.

-No creo que esté para tías ahora mismo, Scott.

-Eso dijiste el fin de semana pasada. Antes de revolcarte con Amy.

-Fue sólo un polvo.

-En el cual lo pasaste bien.

-No quería "pasármelo bien", tío, quería dejar de pensar en ella.

-¿La llamaste Megan?-inquirió Scott, alzando una ceja, viendo el toro venir antes incluso de que éste hubiera salido de las entrañas de su madre. Tommy puso los ojos en blanco.

-¿Eres gilipollas? No estaría aquí, vivo, o por lo menos hablando, si la hubiera llamado Amy.

-Entonces no hay problema.

-Sí que hay un problema. Va a pasar algo. Y yo no estoy para gilipolleces. Ni para que me saquen de aquí, ni para que me dejen.

Scott alzó las manos.

-Sabes que sólo intento ayudar.

-Pues no lo haces del todo bien.

Continuaron caminando en silencio, con los pasos acompasados, la mirada zafiro de Tommy en sus pies; la mirada de caramelo de menta de Scott, en las nubes. Creía ser capaz de leer en ellas una respuesta; una de aquellas señales ya olvidadas pero que habían tenido tanta importancia para los antiguos.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora