Capítulo 5: Es cosa del apellido.

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Eri entró en su habitación como si fuera la dueña y señora del universo, con el andar de alguien que había creado algo tan grande que aún no era capaz de comprenderlo, pero que sí conocía la envergadura de su talento.

Levantó una bolsa de comida basura que traía colgada precariamente de los dedos, sonrió en dirección a su marido, y suspiró cuando se dio cuenta de que no le estaba prestando la más mínima atención.

Louis se había tirado en la cama como había cuadrado, sin ni siquiera ponerse a pensar en si estaba en su lado o en el de ella, y se había colocado el brazo por detrás de la cabeza, apoyando todo el cuerpo en el colchón a modo de almohada. La película de acción que estaban echando en el canal Hollywood, longevo como pocos en aquella isla gigante, lo tenía totalmente ensimismado, de tal manera que a duras penas conseguía parpadear. No quería perderse absolutamente nada.

Eri se desplazó hacia él con movimientos sensuales, más para curar su orgullo herido que para arrancar de él una mínima respuesta. Tiró la bolsa encima de su vientre y alzó la ceja cuando Louis se giró un único segundo a mirarla. Luego, volvió la vista a la pantalla, ignorando su vientre plano, que se asomaba ligeramente sobre su camiseta, sus caderas redondeadas, donde sobre una reposaba una pequeña L, símbolo del amor que sentía por aquel que ahora no le hacía el menor caso. Llevaba el pelo recogido en un moño, controlado en la cabeza con un pañuelo rojo que hacía las veces de corona con su pequeño lazo, anudado a un lado del rostro de la mujer, a modo de las bandanas que Harry solía llevar cuando eran jóvenes.

Los pantalones colaboraban con ella para buscar la atención de aquel cuya opinión era la única que importaba para ella, pero Louis no parecía estar por la labor de admirar cómo la goma de aquel pantalón, híbrido entre pijama y chándal, lamía la piel de su esposa con la lujuria que a él le faltaba. No podía detenerse a admirar las suaves curvas que cubrían a un cuerpo que le pertenecía casi tanto como el propio, porque un actor que llevaba años muerto era demasiado importante y conseguía atraer demasiado la atención como para osar, si quiera, en pensar en desviarla.

-Louis-dijo ella por fin, molesta porque se le pasara tan por alto y sus esfuerzos por brillar se apagaran antes incluso de encenderse. Louis levantó una ceja, bufó al aire y siguió sin moverse.

Ella se colocó delante de la tele, y él se limitó a gruñir en silencio e inclinarse para poder ver.

-¿Apago la tele?-amenazó la española, notando cómo la rabia le subía desde la punta de los dedos hasta la cabeza, quemándolo todo a su paso, incluido aquel vientre que no era el de una cuatro veces madre, sino el de una quinceañera. Se preocupaba demasiado por mantenerse en perfecta forma por terror a que su marido la abandonara como para que ahora él se atreviera a pasar de ella.

Louis puso los ojos en blanco.

-¿Me vas a dejar por lo menos acostarme? Estás en mi lado de la cama.

-Quítate de en medio-respondió él, pero obedeció sin pretenderlo si quiera. Era una especie de pacto secreto que tenían entre los dos: las discusiones, si se daban, de una en una, y por temas concretos. Lo general llevaba al desastre por buscar siempre algo en lo que los dos podían no coincidir (y, de hecho, no lo hacían casi nunca).

Ella le pasó una pierna por encima, se apartó un mechón de pelo de la cara, y sintió cómo su interior florecía en una sonrisa cuando Louis no pudo resistirlo más y volvió sus ojos sobre el cuerpo de la que ahora era una mole desplazándose sobre él. Louis sonrió, contemplándola sobre él, y se apartó un poco más para que llegara a su lado de la cama, divertido porque cada noche las cosas se repetían: a Eri no le gustaba nada destaparse mientras dormía. Lo odiaba tanto que se aseguraba de haber metido a conciencia las mantas con las que iba a dormir debajo del colchón, entre éste en la cama. Luego se las apañaba para meterse entre las mantas y el colchón y conseguir dormir.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora