Capítulo 2.

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 Capítulo 2.

Nathan era imbécil, no tenía otro nombre. Era una persona que carecía de sentimientos afectivos, era alguien incapaz de amar, incapaz de aferrarse a una persona, incapaz de mostrarse como verdaderamente era ante nadie. Pero a pesar de todo alardeaba de sí mismo con una sonrisa en el rostro que jamás había visto borrada. ¿Habría algo en el mundo capaz de borrar la sonrisa de Nathan Arias? De haberlo, lo desconocía completamente. Me ponía enferma escuchar con cuántas chicas había sido capaz de acostarse en una sola noche, o de cómo tenía que quitarse a las mujeres de encima, o de lo orgulloso que se sentía de su pelo. Era un estúpido narcisista, un prepotente y un niño de dieciocho años. Seguramente también fuera un fantasma, pero preferiría no saber si sus historias eran realmente ciertas. Estar a su lado era sentir una constante incomodidad. Era estúpido, engreído y el mejor amigo de ATR. ¿Cómo? ¿Cómo alguien como Nathan Arias era el mejor amigo de ATR? Tal vez era una de esas preguntas sin respuesta con las que tenemos que vivir toda nuestra existencia. Aún recuerdo el día en el que ATR le confesó a Nathan que era gay. Nathan tenía a ATR por un vividor y un mujeriego como él, pero ATR jamás había sido así y no me explico cómo siquiera pudo pensarlo, pero justo cuando ATR se lo confesó, lo único que Nathan fue capaz de decir fue: “Tío, me he desnudado delante de ti”, y posteriormente taparse la cara con las manos. ATR se rio, pero a mí aquello no me hizo ninguna gracia.

–¿A que no sabéis quién se ha ligado a la tía más buena del instituto? –dijo Nathan poniéndose entre Sergio y ATR, cortándoles el rollo a propósito.

–Ya me he enterado, cabronazo –le respondió Sergio dándole un pequeño codazo en las costillas–. ¿Cómo se liga con la señorita Victoria Atkins?

Nathan esbozaba una de las mayores sonrisas que jamás había visto. Estaba ansioso por explicarlo y se le veía en el rostro. Quería irme de allí para no escucharlo. Esas historias siempre las he odiado, pero las aguantaba por ATR y por Sergio que se llevaban bien con él. Solo Sergio sabe cuánto odio a Nathan. Si ATR lo supiera no sé si me trataría de la misma manera porque ATR le apreciaba mucho.

–¿En serio quieres saberlo? –le preguntó ATR a Sergio en modo de advertencia.

–Son sus tatuajes –empezó Nathan sin necesidad de que le dieran más coba–. Tiene un tatuaje escondido que yo encontré.

–¿Y qué?

–Al parecer venía con el premio gordo, aceptó salir conmigo por ello –continuó–. No se acuesta con todos como dicen por ahí, pero claro, a mí no se me pudo resistir.

–¿Entonces te acostaste con ella? –preguntó Sergio, como si la respuesta no fuera evidente.

–Esa tía ha sido el mejor polvo de mi vida –lo siguiente que dijo a continuación preferí no escucharlo–… y claro, después de eso hasta yo decidiría comprometerme a tener novia.

–¿Y podrás serla fiel? –preguntó ATR enarcando una ceja. Ya le conocía demasiado bien.

–¿Fidelidad? ¿De qué me estás hablando?

Y seguía sonriendo. Me ponía enferma. Era un asco de persona. Si sintiese por un momento la mitad de daño que ha hecho a tantas y tantas chicas recapacitaría muy en serio su forma de vida. Muchas llegaron a enamorarse de Nathan, pero a él le dio exactamente igual abandonarlas. Sin embargo, sigue sonriendo.

–Helena, ¿has decidido salir ya del armario? –me preguntó mirándonos a mí y a Erik–. Espera, ¿eres un chico?

Erik simplemente se dedicó a mirarle mal, hasta que Nathan cayó en la cuenta de que se trataba verdaderamente de un chico.

–Que te jodan –respondí.

–Sabes montártelo bien, pero como sigas cazando a chicos como él seguirás virgen toda tu vida –me dijo. Quizá fuera un consejo muy directo, o simplemente un fruto de su imbecilidad más absoluta.

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