Era medianoche, por la ventana entreabierta se veían las luces de la ciudad y las cortinas blancas se movían sutilmente al compás de la música lenta que sonaba des del inicio de la madrugada.
Sus bragas negras se deslizaban por sus piernas dejándolas caer al suelo y, su braiser desabrochado, caía en cualquier lugar de la habitación. Ellos, ya desnudos sus cuerpos, se besaban. Sus manos danzaban por cada secreto oculto dejándolo al descubierto, resbalando por encima de las gotitas de sudor. Ella, que suspiraba fuertemente y él que mientras jugaba con su clítoris. También tocaba sus senos, erectos. Y entonces él se posicionó encima de ella, rozando su miembro por todo su vientre, dibujando circulos alrededor de sus senos, duros. Y bajándolo hacia su parte más íntima, entró en ella.