Dann…

Me levanté de la cama con el corazón agitado. Cerré mis puños tratando de calmar aquella extraña sensación que se arremolinaba en mi estómago. Me sentía como una niña que acababa de ver a su ídolo en la televisión. ¿Emoción? Ese muchacho quería matarme. ¿Cómo podía sentir emoción hacia él? ¿Qué es lo estaba ocurriendo? Coloqué mis manos sobre mi cabeza tratando de calmarme. Iba a hacer una estupidez y lo sabía perfectamente.

Cuando me di cuenta ya era tarde. Estaba dentro de un taxi dirigiéndome a la comisaria. Solo estaba segura de dos cosas. Uno: Estaba completamente loca. Y dos: Si Dann no me mataba, Iam iba a hacerlo al enterarse de lo que estaba haciendo.

Apreté mis puños con fuerza a tal punto que sentí mis uñas clavarse en mis palmas. ¿Estaba yendo hacia la muerte por mi propia voluntad? Como si la liebre estuviera yendo feliz y contenta hacia un león con sed de sangre. 

¿Qué mierda estás haciendo Jay?

Bueno la respuesta a esa pregunta ya la sabemos.

Cuando me dispuse a autoconvencerme de que debía marcharme el conductor aparcó. Con el corazón disparado observé por la ventana. Estaba frente a la comisaria. Y ésta se encontraba rodeada por cientos de autos. Los periodistas estaban descontrolados intentando acceder a la zona. Sin embargo un grupo de agentes  vestidos de negro imposibilitaban el paso al interior del lugar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al reconocer a una de los agentes. Era una mujer. La misma que había ingresado a la casa de Iam con una acompañante. La misma que había intentado matarme. Tragué saliva con dificultad mientras me deslizaba hacia el lado opuesto del auto.

-Son cinco dólares. –Escuché la voz malhumorada del hombre. Asentí mientras metía una mano en mi bolsillo en busca de algún billete pero no encontré nada.

-Lo siento, no traigo efectivo pero si me lleva a mi casa prometo pagar… -El hombre me interrumpió con un enojo enmarcado en su rostro.

-Bájate del auto. –Ordenó mientras me habría la puerta. Me tomó de la muñeca y me estiro fuera del auto. Me tropecé y caí al suelo. Por el rabillo del ojo pude ver como arrancaba el auto y se marchaba. Mi corazón se aceleró al ver que quedé totalmente expuesta al público. Me levanté ágilmente mientras caminaba hacia el lado opuesto de la comisaria mientras me colocaba la capucha de mi sudadera tratando de ocultar mi rostro. Ya me había alejado una manzana completa cuando delante de mí se hizo visible un automóvil. Era un porsche negro aparcado en la esquina de la acera.

La puerta trasera estaba abierta y un leve humo salía de su interior. Seguí caminando acercándome cada vez más hacia el auto. Cuando estuve a solo un metro pude percatarme de que el humo que emanaba del interior del coche era el de un cigarrillo. Me tape la nariz y la boca tratando de eludir aquel fuerte aroma. Aceleré el paso tratando de alejarme de aquel humo pero en el instante en que cruzaba al lado del auto mi curiosidad me venció y observé a la persona que se encontraba en el interior del automóvil.

Frené el paso en seco mientras habría mis ojos y me tapaba la boca con más fuerza pero no debido al humo sino a las ganas de gritar que se apoderaron de mí en aquel instante.

El muchacho tenía una pose despreocupada mientras se fumaba su cigarrillo con su mirada perdida al frente. Intenté retroceder el paso y correr pero no predije que pisaría una rama seca y proporcionaría un ruido horrendo.

Mierda.

Instintivamente pose mis ojos en el joven. Su postura se tensó. Seguía con la mirada fija en el frente pero podía jurar que se había percatado de mi presencia. Tragué saliva tratando de calmar la ansiedad que recorría mi cuerpo. ¿Debía correr?

Antes de lograr huir observé como lentamente desviaba su mirada hacia mi costado, posando sus ojos en los míos. Una sonrisa macabra se formó en sus labios. Mi corazón se aceleró aún más. Tenía a Dann enfrente de mí.

-Hola Lunnael. –Sus ojos me helaban los huesos. -¿O debo decir Jay? –Tiro el cigarrillo al suelo y lo piso mientras salía del auto. Sentí un sudor frio recorrer mi columna vertebral. –Sabía que un día volverías a mí, después de todo estamos relacionados.

Retrocedí un paso tratando de alejarme pero al oír su carcajada me inmovilicé. Mi corazón se aceleró aún más.

-Temes al individuo equivocado Colbeck. –Escuché su voz más cerca y eso me sobresaltó. Ya no se encontraba enfrente de mí. Me giré rápidamente y lo encontré a centímetros de mi oreja. –Confiar en demonios puede ser tu misma ruina. –Me tensé aún más ante sus palabras. Retrocedí mientras negaba con la cabeza. Solo trataba de enmarañarme la mente.

-Hagamos las cosas fáciles y dame lo que me pertenece. –Lo escuché musitar mientras su expresión se ensombrecía. Negué con la cabeza mientras giraba en mis talones y me disponía a correr. Sentía la adrenalina correr por cada una de mis venas. No sentía cansancio ni dolor, lo único que percibía era terror. Corrí como nunca antes lo había hecho. Sabía lo estúpido que resultaba pero no se me había ocurrido nada más. Él tenía un auto, le seria sencillo alcanzarme aun así no quise rendirme y seguí corriendo.

Cuando mis pulmones ya no me respondían  caí al suelo mientras tocía tratando de recomponerme. Me había alejado unas quince cuadras del lugar. Estaba demasiado agotada, no estaba acostumbrada a este rendimiento físico. Seguí tendida en el suelo mientras llenaba mis pulmones con aire.

-Predecible. –Un frío recorrió el vello de mi cuello en el momento que aguantaba las ganas inmensas de llorar por la impotencia que sentía en aquel momento.

-¡DÉJAME! –Grité mientras me levantaba y trataba de seguir corriendo. Pero las piernas no me respondían, como si estuvieran totalmente paralizadas. Fue entonces que recordé que él era un ángel. Él podía controlarme como se le diera en gana. Las lágrimas llenas de rabia y terror cayeron por mis mejillas en el momento en que giré mi cabeza decidida a gritarle unas cuantas blasfemias, pero él me calló.

-No te haré daño. –Dijo mientras se pasaba una mano por sus cabellos rubios de forma despreocupada.  –Solo te fusionaras a mí. Seremos uno solo. –Una sonrisa fría se implanto en sus labios. –Tú y yo seremos un mismo individuo. –Sentía el pánico en mi interior. Tenía que huir. Tenía que buscar ayuda. Tenía que encontrar a Iam. –Mi querida Lunnael, desde un principio tu no debiste existir, pero mi alma misericordiosa no me permite matarte así que fusionaré tu alma a la mía. –Su sonrisa se incrementó como si me estuviera contando algo hermoso. –Después de todo soy un arcángel, no puedo matar. –Me tomó de la mano con delicadeza, quise resistirme pero yo no controlaba mi cuerpo, él estaba controlándome. Tomé su mano contra mi voluntad mientras me ayudaba a levantarme. Sonrió levemente y colocó uno de mis mechones detrás de mí oreja. Sentí su tacto helado en mi rostro. –Eres muy hermosa pequeña doncella. Lamento haberte causado tantas desilusiones. –No entendía a qué iba todo esto. ¿Qué mierda estaba pasando? ¡Si iba a matarme pues que lo hiciera rápido y ya!

Desvié mi rostro hacia el suelo pero él me tomó del mentón haciéndome levantar la mirada hacia él nuevamente.

-Iael, tu trabajo ha culminado. –Musitó Dann en un tono neutro. Fruncí el ceño confundida mientras él me seguía tomando de la mano. No podía ser cierto.

Por favor no…

-Espero que cumplas tu parte del trato. –Escuché la voz grave de Iam a mis espaldas. Unas nauseas se depositaron en mi estómago revolviendo cada una de mis entrañas mientras un extraño vacío crecía dentro de mí.

No, por favor no…

No, por favor no…

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