—Don Mario—sonrío en forma de saludo.

—Cara de oso—levanto papá su cara en saludo.

—Pensé que estaba de viaje—volvió a sonreír quien ahora conozco por cara de oso—. Creo que me dijo que se iría a Buenos Aires, ¿no era así?

—Sí—asintió mi padre mientras las puertas se cerraban—. Pero ya he vuelto. Solo iba a buscar a mi hija.

El chico asintió.

—Entiendo.

—Nina, cielo, él es nuestro nuevo vecino—me miro y luego a él—. Creo que pueden llevarse bien.

—Sebastian—sonrío tendiendo su mano frente a mi. Mire su mano y mi mirada subió de manera indiscreta por todo su brazo. Me sorprendió que estaba completamente cubierto por tatuajes o garabatos que para mi no tenían significado alguno —. Desde que me hice el primero, me obsesione con ellos— supe que estaba siendo indiscreta y entonces aparte la mirada de sus tatuajes.

—Nina—devuelvo el gesto que había tenido él conmigo y estreché su saludo—. Están muy lindos—mentí.

Las puertas se abrieron y ambos salieron conmigo siguiendo sus pasos.

—Supongo que nos estaremos viendo por ahí—sonrío—. Somos vecinos después de todo.

—Claro.

—Hasta luego—volvió a sonreír—. Nos vemos Don Marío.

—Creo que harían una muy linda pareja—me susurro al oído cuando el chico ya estaba lejos—. Es un buen chico. Deberías conocerlo mejor.

—Papá ahorita no estoy para eso—negué—. Además, no pienso buscar novio en otro continente.

—El amor puede estar en cualquier parte, Nina—dijo mientras abría las puertas—. Quizá quieras venirte luego con nosotros, vivir aquí, tener tu carrera aquí.

—Tengo una vida en Argentina papá—murmure.

—Pero Madrid puede ofrecerte una mucho mejor.

—Papá.

—Bien, bien, no insisto más—suspiro cansado sin decir más sobre el tema—. Bienvenida a casa.

—¿Y Martha dónde está?—miré a papá al entrar.

—Hola, guapa—sonrío saliendo de lo que parecía ser la cocina con un delantar puesto—. ¡Pero que guapa que estáis, Nina! ¡Cuanto has crecido tía!

Sí. 

Amaba el acento tan marcado que Martha tenia.

Era de ensueño.

Y aunque lo intentaba, nunca lograba que me saliera.

—¿Cómo habéis estado?—bromee intentando imitarla—. Que los he echado de menos.

—Me mola tú acento—sonrío mientras me abrazaba—. ¡Que con la practica vas a poder, eh!

—Y a mi me mola demasiado el tuyo.

—¡Olee!—sonrío mientras le daba un beso corto a papá—. ¿Qué tal os ha ido en el viaje? ¿Qué os parece vuestro nuevo departamento, Nina?

—Me encanta—dije con una sonrisa—. Se ve muy cómodo

—Lo es. Me alegra que estés aquí—asintió pasando las manos por su delantal en un afán de limpiarla—. La comida se enfría, deberíamos comerla.

—Me parece bien—dijo papá quitándose el abrigo que traía con él y acomodando sus gafas—. Muero de hambre cielo, estoy ansioso por comer.

Amor Oculto,  Mattina SLDove le storie prendono vita. Scoprilo ora