― ¿Dibujarlas?

― Ya no dibujo.

Le miré con lástima.

― ¿Por qué no?

― Porque apesto.

― Deberías buscar hacer algo con ellas –dije, enseriando el tono-, podrías hacer algo útil o...

― Bah, no me regañes.

― No lo hacía... idiota. –Miré a las plantas, lejos de él, y comí otro poco de dulce. ¿Por qué era tan...?

― Sí, de acuerdo, eres mejor a mí. Ya lo capto.

― Se dice mejor que yo. Y tal vez lo...

― Como sea –mordió el resto de su dulce. ¿Cómo es que podía morder un pedazo tan grande y no atragantarse? Era un poco asqueroso de ver... y gracioso. Y me atrapó mirándolo-. ¿Qué?

― Es que muerdes y.... –Me molestó que me diera risa. ¡Se supone que iba a decirle que era un grosero! Pero no podía evitarlo, se había manchado el labio. Le señalé y se limpió con una servilleta, poniéndose un poco rosado.

―Mira, Uber –comencé-. Tienes buenas ideas, esa creatividad tiene que ser útil de alguna forma. Y la desperdicias usándola solamente para crear insultos. No está bien. Y además tienes que aprender a ser más... mmm.... Menos explosivo.

Apretó los puños sobre la mesa.

― Lo siento... es que me molesta hablar de mi hermano.

‹‹¿Aún con eso? ››

― Supongo... pero no tienes por qué pagarla conmigo. Intento tener una conversación normal contigo.

― ¿Por qué?

― Porque quiero conversar contigo.

Esta vez yo fui la que habló sin pensar. Apoyó la cabeza en su puño y sonrió un poco.

― Pues... gracias.

― ¿Gracias?

― Sí. Se siente saber que quieras hacerlo. Por dios, termínate de comer eso. Comes muy despacio.

― Podría comer si tú hablaras.

― Bien, uh... -lo tomé desprevenido, miró al suelo, pero me di cuenta que miraba mis piernas.

‹‹¿En serio? ››

Subió la mirada para decir algo y se encontró con mi expresión.

― ¿Qué pasa?

― Nada. –Sonó tan poco convincente que hasta a mí me sonó estúpido. Suspiré- Es que esto es muy extraño.

― ¿Qué cosa?

― Pues... esto. Todo. –Abarqué la mesa y a él con las manos.

― Bueno... sí. –Se rascó tras la oreja.

― Es difícil asimilar que... ‹‹Que dijiste que me amas cuando seguramente es mentira, tal vez simplemente te gusto –sentí que me sonrojé-, que es igual de incómodo, sigue siendo... chocante.›› Que has cambiado. Un poco.

― Bueno, lo sé... a mí también me cuesta.

― ¿Qué?

Se inclinó sobre la mesa a mirarme fijamente.

― Todo. El estar aquí contigo. El decidir qué decir o qué hacer. Siento que no importa lo que haga, no va a ser nada fácil demostrarte que realmente quiero pasarla bien contigo.

― B-bueno...

― Simplemente siento que todo lo estoy haciendo mal, y que no importa lo que haya hecho, siempre había una mejor manera de hacerlo. No quiero apresurarte a que me creas.

Se miró las manos, que volvían a ser unos puños pálidos y apretados. Nunca lo había visto así. Vulnerable. Serio. Muy maduro. Su expresión en cambio era más relajada que antes.

― Tal vez es porque siento que no es en serio. –Aventuré a decir- Parecía una broma... por... lo de la otra vez...

Me miró sin entender, y le hice el gesto de un puñetazo.

― ¿Una broma...? –Uber estalló en una carcajada. -¡No! Si... si eso estuvo bien.

¿BIEN? Lo había humillado frente a todo el salón. Todos sabían sobre eso y seguían burlándose a veces, y comentando de aquella vez. No solamente nuestro salón, los demás salones, profesores... Incluso el grupo de amigas que solía tener Lucía, que ni siquiera parecían ser del tipo de amigas chismosas.

― Fue... lo justo. Estuvo bien. De hecho, fue genial.

Sentí un extraño orgullo que no terminaba de hacerme sonreír. Era incómodo, jamás me había sentido así.

― No fue nada genial que intentaras cargarme y...

― ¡Lo sé, lo sé! Mierda, me refería a tu...

― No grites. –sugerí, cortante. Bajó las manos y me miró con precaución.

― Está bien... fue genial saber que puedes dar golpes. –Se rozó la quijada con los dedos, donde le había golpeado. Parte de la adrenalina y temor de ese día volvieron. Pero era diferente. Nadie me había hablado de ese día de esa forma, viéndole algo bueno a todo eso.

― Yo, bueno... -sonreí- Nunca había hecho eso.

― No te creo... fue un buen derechazo.

― Me dolió.

― Obvio, si golpeas esta piedra...

Me reí.

― ¡Qué inmaduro!

― Termínate de comer eso, coño...

― ¡Bueno, bueno!

Comí mientras me hablaba sobre las técnicas de dar un buen golpe. La verdad es que era simple mecánica, y explicado con términos que no conocía de ninguna parte era algo divertido, así como qué partes eran las más blandas o vulnerables. Uber parecía saber mucho de eso, y explicaba emocionado. ¿Uber me estaba enseñando algo? Quién lo diría.

Al fin terminé el postre, y nos quedamos sumidos en un agradable silencio, que rompió mientras me veía.

― Eres una cosa rara.-Apreté los labios sin saber qué decir- Es que... me tratas como un ser humano normal aún después de todo eso...

― Supongo que después de todo, soy mejor persona que tú.

Me miró con las cejas alzadas y no pude contener mi risa, su alivio fue palpable, y eso me hizo sentir mejor también. Tal vez era lo más cruel que hubiera hecho en mi vida.

― Sólo tengo que pedirte algo para que esto siga así.

Se le abrieron los ojos y parecieron brillarles.

― ¿Qué?

― Cultiva un poco tu paciencia, para que dejes de explotarle a la gente por cosas que no hizo. ¿Está bien?

Una parte de mí se sorprendió al verlo sonreír tímidamente. Alzó las cejas y se sentó más al borde de la silla, como esperanzado.

― Lo intentaré.

― Vamos... tenemos una tarea que terminar.

Afuera comenzó a lloviznar, y me prestó la chaqueta, quitándome las bolsas de compra y las llaves, para ser él quien se ocupase de la puerta.

Parece que yo también tenía que controlar mi guardia, que había sucumbido ante su caballerosidad.

~

Editado el 7 de julio de 2018

Madurez voluntaria (o algo así trágico)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora