Capitulo VII

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VII

Después del baile de primavera tuvimos que volver a usar el uniforme de verano, a pesar que aún hacía frío. En la secundaria se corrían los rumores más disparatados, por primera vez en la vida todo el mundo me prestaba una atención escandalosa, sinceramente no sabía si sentirme halagada o esconderme debajo del mesabanco y pedirle a Arturo que me avisara cuando todos se hubieran ido.

Unos decían que le gustaba a David, pero aquella era una teoría del todo imposible, David era el chico más popular, guapo y genial de la secundaria, yo era una chica flacucha, poco desarrollada y negra como el carbón, para colmo estaba en primero B así que lo más probable es que fuera una matadita.

Algunas chicas decían que era yo quien lo buscaba y como él era tan bueno le había dado lastima y por eso me hablaba, aquella teoría tampoco era realista porque todos sabían que David le hablaba a quien quería y que ni siquiera cuando nos encargaban trabajar en grupos hablaba con alguien que considerara desconocido, así estuviera en su mismo salón.

Empezaron a correr los rumores más disparatados y empecé a temer en serio que los tiempos en los que me cantaban "Marita la putita" regresaran con mayor fuerza, en el salón todos me veían con curiosidad, pero la más directa de todas fue Damaris, un día sin más se sentó sobre la mesa donde Arturo y yo copiábamos una tarea y se cruzó de piernas dejando al descubierto sus blancos muslos, tanto Arturo como yo abrimos la boca porque ella era capaz de seducir a las personas por igual.

—Oye Caty, —su voz suave de cuando quería algo se dejó oír como un ronroneo—, ¿andas con David?

—No. —Sorprendida negué con la cabeza.

—¿Pero quieres con él?

—No. —Podría ser que me gustara, pero jamás hubiera aspirado a algo tan ambicioso como ser su novia o algo por el estilo.

—¿Él quiere algo contigo?

—¡No! —¿Cómo podría solo por sentarse en mi mesa querer algo conmigo?

—Entonces es por tu amiga, ¿cierto?, por la del D. —Damaris se puso de pie con un mover de piernas sugerente.

—¿Socorrito?

—Ella se veía guapa en el baile. —Damaris arqueó una ceja, su sonrisa era burlona—. ¿Le gustan los chicos lindos, no?

—¿Qué? —Cada vez entendía menos.

—Nada. —Damaris se acomodó uno de sus brillantes rulos tras la oreja y sonrió como lo haría un ángel—. Tengo que hacer lo de ciencias. —Y se fue meneándose con gracia. Arturo y yo estábamos tan impresionados que por un rato ni siquiera fuimos capaces de hablar, de hecho tampoco fuimos capaces de terminar de copiar la tarea y nos vimos en un aprieto cuando llegó el momento de entregarla. Usualmente yo hacía mis tareas en casa, pero aquel día se me había pasado, el profesor nos tuvo parados toda la clase viendo a la pared y como yo era una de las mejores del salón no paro de reñirme diciendo que no se lo esperaba de mi parte.

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