Capitulo 2

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Keith abrió la puerta del piso lo más silencioso que pudo, sintiendo como una sensación de alivio le recorría desde la nuca al ver las luces apagadas y el silencio que reinaba dentro. Faltaban algunos minutos para que dieran las cinco de la madrugada y aún seguía maldiciéndose por no haber aceptado a ninguna de las chicas que se le habían acercado en la discoteca y haber pasado la noche con cualquiera de ellas.

Necesitaba dormir y tras volver a ver a Izan lo necesitaba desesperadamente, de una manera urgente para ser capaz de razonar completamente y no dejarse llevar por la rabia y por ese insidioso sentimiento que seguía apretando al punto de seguir doliendo las palabras del maldito niñato rico... Lo necesitaba, sí, pero si en un mes se había dado cuenta que no eran ninguna de las mujeres que se le acercaban con quien quería tener sexo, volver a verlo no le había ayudado a desear a ninguna.

—Apestas a perfume barato.

Keith se apartó de la puerta, cerrándola de golpe al escuchar la voz que provenía al otro lado de la pared y clavó la mirada en la silueta oscura que se adivinaba apoyada en la pared, presumiblemente con los brazos cruzados y Keith casi imaginó con amarga mofa la expresión que debía tener Izan en ese momento.

—¿Aún sigues aquí?

—¿No te dijo tu amigo que me había alquilado una habitación?

Keith apretó los puños y pasó de largo, caminando derecho hacia la cocina, encendiendo las luces antes de abrir el frigorífico y sacar una botella de agua fría.

—Deja de jugar y vuelve a tu casa —matizó el tú de una manera significativa, teniendo especial cuidado de no girarse a mirarlo mientras desenroscaba la botella y le daba varios tragos antes de dejarla sobre la mesa, tal vez demasiado bruscamente, porque salpicó parte del agua sobre la superficie de un tono grisáceo por las zonas desgastadas de la mesa y lo miró con desinterés, sin mucha prisa por recoger uno de los trapos y limpiarlo pero anotando mentalmente la necesidad de comprar un mantel cuando tuviera tiempo.

—No voy a volver.

Keith apretó la mano sobre la botella, aplastando el plástico y esta vez ni se molestó en mirar el agua que chorreaba por el extremo y caía abiertamente sobre la mesa. Se giró y miró finalmente a Izan que seguía con la misma ropa, como si aún no se hubiera acostado y Keith solo dudó unos instantes, recordándose que no le importaba ya nada de lo que aquel chico hiciera o no.

—¿No vas a volver? —se obligó a preguntar, ignorando el análisis por el que Izan le estaba sometiendo, arrugando el ceño en varias ocasiones hasta que finalmente apartó la cabeza. Keith enarcó una ceja, molesto—. No te lo voy a repetir muchas veces. Lárgate a tu casa y déjame en paz.

Izan ni siquiera se movió de la puerta y Keith suspiró irritado, preguntándose si al final tendría que empujarlo para poder encerrarse a meditar su mierda en su habitación, lejos de él.

—No me voy a ir.

—Yo creo que sí...

—¡He pagado dos meses de alquiler!

Keith lo miró incrédulo.

—Se te devolverá el dinero por supuesto.

—No me voy a ir...

—Además, no presumas tanto —le interrumpió Keith, notando la furia en su propia voz—. No lo has pagado con un dinero que tú hayas ganado, es el dinero que tu padre te ha dado. Vamos —insistió rodeando toda la habitación de la acidez que emanaba de sus palabras—, estoy seguro que ese dinero te da para algo más... ¿cómo lo llamas tú? Ah, sí, de tu clase, ¿no era eso? —Izan volvió a mirarlo, fulminándolo silenciosamente con sus ojos, demasiado turbios en ese momento, pero Keith no vaciló—. Si te quedas aquí, no serán esas refinadas putitas a las que estás acostumbrado a tratar las que se te acerquen, tendrías que conformarte con unas que no disfrazan lo que son con ropa fina y zapatos elegantes.

La fuerza del amor (El camino del amor 2) (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora