Pocos meses después, planeamos pasar un fin de semana en Nuevo Laredo Tamaulipas, en la casa donde había crecido Fhernando y sus hermanos.
Lalo había convencido a su amigo Packo para que nos acompañara. Ellos optaron por irse en motocicletas, mientras Charly, Isra, Fher y yo los seguíamos en la camioneta de mi novio.
Ya había caído la noche cuando llegamos. La vista era sencilla pero bonita. La casa de dos plantas estaba decorada con fotos de la infancia de los hermanos y destacaba la de una niña de unos cinco o seis años. Hasta el momento desconocía que tuvieran una hermana. . .
Se llamaba Gaby. Era cuatro años mayor que Fhernando y desde los diez años residía en Georgetown Tx, con su tía materna.
Lalo: Hace dos años que no la veo. Ella siempre ha mantenido su distancia de la familia.
Noémi: En donde se encuentra ahora?
Fhernando: En donde no la puedan relacionar con nosotros
Noémi: Como es que apenas me entero que tienen una hermana
Fhernando: Mientras menos sepan de ella más podemos protegerla
Lalo: De ella y de sus hijos - agregó -
Noémi: Hijos?
Me quedé pensando durante un largo tiempo. La palabra "hijos" taladraba mi cabeza. Al comienzo de la relación me había tocado enfrentarme al hecho de que Fhernando fuera el padre de una niña a la que prácticamente no veía y que en ocasiones me daba la sensación de que se había olvidado de ella. Ya no la mencionaba, aunque puntualmente se encargaba de aportar para la manutención de su hija.
Me estaba resultando difícil de comprender que no tratara de formar parte en la vida de Mariana y mucho menos en la vida de su hermana Gaby y de sus sobrinos.
Noémi: No tendremos hijos - dije al momento de colocar mi cabeza sobre la almohada -
Fhernando: De que estás hablando linda
Noémi: De eso. No tendremos hijos
Fhernando: Eso no lo sabemos. Si la vida nos manda uno pues. . .
Noémi: No. No tendremos un hijo si no vamos a estar cerca de él
Fhernando: Es demasiado pronto para pensar en hijos, pero podemos seguir intentando
Rió descaradamente mientras me abrazaba y me llenaba de besos, sin comprender que mi decisión ya estaba tomada.
. . . .
El fin de semana pasó volando. Todo estaba listo para regresar a Monterrey cuando nos dimos cuenta que dos camionetas desconocidas comenzaron a rondar la casa. Israel trataba de no mostrar su preocupación y nos indicó que saldríamos en unas tres horas más, justo al caer la noche, alegando que así nos tocaría lidiar con menos tráfico.
Fhernando asintió y le pidió a su hermano que dejaran las motocicletas en la casa. Que era mejor que viajaramos todos juntos y le prometió que entre semana mandarían por ellas.
Pero Lalo, tan terco como siempre, decidió no hacer caso y traerse consigo a su "nena" (así le llamaba a su motocicleta).
Luego de quince minutos de haber abandonado la casa, Charly, que se encontraba al volante de la camioneta, comenzó a hacerle cambio de luces a Lalo y a su amigo Packo, al tiempo que aceleraba.
Las camionetas que habían estado rondando la casa, nos seguían y comenzaban a acercarse.
Fhernando e Isra estaban listos para dispararle a todo lo que se moviera, mientras Charly trataba de ponernos a salvo.
Tras unos minutos de persecusión, una tercer camioneta, que venía en sentido contrario, viró bruscamente e impactó a una de las motocicletas.
Alguien cayó contra el pavimento y nuestra camioneta se detuvo. Se escucharon varias detonaciones y los tres hombres que viajaban en la camioneta yacían muertos. En pocos segundos se escucharon las sirenas de la policía que se acercaban y las dos camionetas que nos seguían se perdieron entre una brecha. Tres hombres subieron apresuradamente una motocicleta a la parte trasera de nuestra camioneta y nos marchamos a toda velocidad.
No pudimos hacer nada por nuestro acompañante. Excepto huir. . . Packo había muerto.
