Anécdota 72

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Anécdota anónima

Una noche de hace algunos años, fui con mi mamá y mi hermana menor a la feria de mi ciudad natal. Yo tenía la fama, no necesariamente verdadera, en mi familia, de ser la que se subía a juegos extremos, por así decirlo.

En el primero al que me subí, una niña se sentó junto a mí; no le di mucha importancia, pero en la segunda y tercera atracción, ambas de altura, ya no era casualidad que se sentase junto a mí.

En una de esas veces ella comenzó a platicar conmigo, nos presentamos y llegó la pregunta...

—¿Te gustan los juegos extremos?

Yo no sabía qué responder, porque la verdad era que no; sólo me subía con mi hermana mayor, pero como ella trabajaba no pudo presentarse ese día, y no recuerdo por qué me subía sola.

—Sí, sí, me gustan mucho.

—A mi igual.

Hubo una vez en la que nos separamos, por suerte, pues en ésa última atracción a la que me subí sola... vomité.

Pero por suerte lo hice en mi suéter y no manché nada

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Pero por suerte lo hice en mi suéter y no manché nada. No me sentía mal, ni mareada o con el estómago lleno. Fue algo así como un vomi-eructo. Y tuvo que suceder cuando iba a parar el juego. Lo contenía en la boca —muy asqueroso, por cierto— y dije:

Bueno, ¿por qué no en vez de tragarme esta asquerosidad, me lo llevo en la boca hasta un bote de basura y ahí lo tiro?

El plan iba de maravilla pero no contaba con que esa cosa (el juego), paraba en seco, de golpe. Y el revoltijo salió de mi boca casi en cámara lenta.

Me di cuenta que era la única que había vomitado habiendo niños incluso más pequeños que yo

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Me di cuenta que era la única que había vomitado habiendo niños incluso más pequeños que yo. Humillada, bajé corriendo, me quité el suéter y me lo envolví en la cintura para que no se viera.

Pobre niña ilusa.
Lo hice tan rápido —y sin pensar— que esa masa se pegó en mis pantalones y escurrió a uno de mis zapatos, pero estaba tan concentrada que tropecé.

  Lo hice tan rápido —y sin pensar— que esa masa se pegó en mis pantalones y escurrió a uno de mis zapatos, pero estaba tan concentrada que tropecé

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Con mi dignidad por los suelos, me reencontré con mi mamá y le dije que quería irme a casa. De regreso tuve que volver a ver a esa niña justo cuando iba pasando para subirse a una atracción. Traté de ignorarla y hacer como que no la vi, pero me sujetó del brazo. Me preguntó por qué me iba tan temprano; le tuve que contar.

Lo hice porque pensé que no la volvería a ver y que incluso si lo hacía, no se acordaría de eso o de mi cara.

Pero resultó que la niña vivía cerca de la casa de mis abuelos. Ahora me saluda cada vez que paso por su casa porque no hay de otra más que pasar por ahí si quiero llegar con mis abuelos.

Ella dijo que no me preocupara, que a cualquiera le pasa; supongo que ya no lo recuerda del todo, pero me sigue dando vergüenza

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Ella dijo que no me preocupara, que a cualquiera le pasa; supongo que ya no lo recuerda del todo, pero me sigue dando vergüenza. Y cada que intento subir a un juego mecánico me dicen: "Pero no vayas a vomitar, hija, ¿eh?" casi gritando, como si lo hiciera siempre.


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