Capítulo 22

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Roberta está muriéndose de la risa repitiendo insistentemente que lo veía venir

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Roberta está muriéndose de la risa repitiendo insistentemente que lo veía venir. A mí también me causa gracia.

—No... —Suelto una risa, mirando hacia el techo—. No soy lesbiana, Luka. —La confusión se refleja en sus ojos y me acerco a poner mi mano en su hombro—. Te lo juro, no lo soy.

—¿Por qué todos piensan eso entonces? —pregunta, con sus cejas levantadas.

—Te diré la verdad —murmuro—. Hay un chico en el bus, Thomas, que me invitó a salir, y como no quería hacerlo sentir mal al decirle que no, le dije que era lesbiana.

—¿En serio? —Su sonrisa ladina es de hecho linda. Ya nos creyó, Roberta. Es hora de poner las cartas de nuestro lado de nuevo—. ¿No era más fácil salir con él y ya?

—Me habías invitado tú —confieso, en un intento de coquetear—. Por eso me negué... Y ya que te golpee ayer por un malentendido, ¿qué te parece si te invito a comer algo?

Es lo único que se me ocurre para volver al juego: bajarle un poco a la hostilidad para ganar su confianza. El gesto del rubio se torna feliz y un par de arrugas por la sonrisa se forman en las comisuras de su boca. Aclaro que no son arrugas de vejez, son esos hoyuelos extraños que tienen algunas personas.

—Claro —accede—. Cuando quieras.

—¿Qué tal mañana? —propongo—. Hacemos el trabajo de física temprano y salimos después. Igual y vas a ir a mi casa.

—Me parece perfecto.

Y así de sencillo se soluciona uno de los conflictos. Terminamos la clase y sinceramente mi pobre cuerpo está un tanto resentido. Luka trató toda la clase de hacerme reír para distraerme de lo tedioso de la actividad. Si no supiera que es un experto manipulador, esos detalles serían muy irresistibles, en circunstancias normales, ya le habría dejado claras mis intenciones y posiblemente ya nos hubiéramos acostado. La diferencia entre él y yo únicamente es que nunca soy doble con lo que digo.

Funciona fácil: si nunca prometes amor u otras cosas, la otra persona no tiene por qué enamorarse o dolerse cuando todo acaba. Si Luka —o cualquier chico— fuera directo con lo que planea con alguna chica, no habría tantos corazones rotos.

En general, si la gente fuera sincera, amara con locura, hablara sin tapujos, demostrara sentimientos sin miedo al rechazo y dejara fluir las emociones, el mundo sería más feliz. Más gente haciendo el amor y menos guerras. Pero no, la humanidad está acostumbrada a solo decir lo que los demás quieren oír, solo dicen lo que saben que tiene respuesta segura, no se arriesgan a más por temor a fallar. Por eso hay tantos desamores, tantos odios y tantos amores reprimidos que mueren en el olvido sin que esa persona se entere de su existencia.

Como por ejemplo Tobías. Tenía ganas de besarlo y me arriesgué. Me rechazó, sí... pero el punto es que ya lo hice, ya está. Si no lo hubiera hecho, tendría ese pensamiento de «¿Qué hubiera pasado si...?» carcomiéndome la mente. Ahora que lo hice, sé que no me corresponde, así que ya fue; solo se supera y punto. A diferencia de lo que comúnmente se cree, la esperanza es el peor de los males: solo alimenta una ilusión vacía cuando el resultado no va a cambiar.

Dulce venganza  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora