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El crujir de las hojas bajo sus pies sonaba a cada segundo, estaba corriendo en medio de un bosque que parecía ser interminable. Una espesa niebla recorría el lugar y hacía dificultoso el distinguir lo que había por delante.

Su respiración estaba agitada y podía sentir su corazón palpitar acelerado en sus oídos. Era cómo si sólo pudiese oír los sonidos que provocaba su cuerpo con el ambiente, o quizás su mente estaba muy distraída para tomar consciencia de su alrededor; un sudor frío recorría todo su cuerpo, sus labios se abrian y cerraban para dejar pasar el aire, sentía su nariz congelada, probablemente aquella fría brisa le causaría un resfriado luego.

No recordaba cuánto tiempo llevaba en aquel bosque, sus piernas y cuerpo se sentían débiles, en especial porque gran parte de ellas estaban descubiertas y comenzaban a ser humedecidas por el agua suspendida en el ambiente, la debilidad y cansancio que le recorrían de los dedos de los pies al último oscuro cabello sobre su cabeza se debía, seguramente a los días que llevaba sin comer y a sus interminables caminatas día y noche.

Pero... ¿Por qué corría exactamente? Aquella era una buena pregunta ¿No? Pues, era algo muy simple de responder en esos instantes para el chico que se adentraba más y más dentro del espesor de aquella interminable vegetación. El nombre de este chico era Park Jimin... Tenía 21 años hace bastante poco cumplidos, y no tenía realmente muchas razones para huir de casa, pero suponía que con el par de ideas que poseía era suficiente.

Y es que, razones concretas no tenía, más bien, huía de la propia humanidad, a algún lugar en donde solo esuviera el, a algún lugar en donde pudiera encontrarse a si mismo, en donde la naturaleza y la consciencia se vuelven uno solo.

Antes de emprender su viaje, había dejado una carta para sus padres sobre la mesa de la cocina, en la cuál especificaban que no lo buscaran, que el volvería (o no) a su tiempo, que le comprendieran y que no se preocuparan, porque estaría bien. Nunca habían formado un lazo muy potente con él. Jimin desde pequeño había sido bastante independiente. A esas alturas probablemente sus progenitores ya habían encontrado el escrito. Tomando en cuenta que el pelinegro llevaba una semana de caminata sin descanso.

Se detuvo al notar como los arboles se separaban delante de el, formando un sendero.


Se veía bastante desolado pero las plantas al parecer aún no se habían apoderado de el por completo, su pecho subía y bajaba rápidamente, sentía un nudo en su garganta y un vacío en su estómago. La fátiga lo estaba matando.

Quizá seguirlo era su opción, a decir verdad... por más que no le importara morir, si tenía opciones, las tomaría. Comenzó a caminar por el sendero, observando ya con más atención el lugar en el cual se encontraba, estaba amaneciendo y la neblina comenzaba a disiparse.

El olor a humedad lo rodeaba, siempre le había gustado mucho aquel aroma. O al menos el que tomaba la tierra y las plantas luego de la lluvia. Y por supuesto, acompañarlo de café o té... pero ya no tenía aquellas cosas.

Había entrado de madrugada a ese bosque y era más que seguro antes de que se adentrara en el, había llovido. La tierra estaba húmeda y esto había provocado que sus zapatillas tuvieran algunas manchas de lodo.

Elevó su mirada, entre la espesa cantidad de hojas se colaban los primeros rayos de sol del amanecer, los arboles del lugar eran muy altos a decir verdad, probablemente tenían muchos años.

  Luego de caminar un rato por el sendero el sol alumbraba mucho más, calcularía que ya eran las ocho de la mañana

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Luego de caminar un rato por el sendero el sol alumbraba mucho más, calcularía que ya eran las ocho de la mañana. Su cuerpo realmente sentía la necesidad de comer, su estómago hacía sonidos gracias al hambre y provocaba una extraña sensación de nauseas que subía por su garganta ahogándolo un poco.

Había empacado algunos bocadillos, pero para ese entonces ya se habían acabado. Ni siquiera sabía si sus padres estaban preocupados, tan solo esperaba que hicieran caso a sus peticiones de no buscarle.

En esos instantes por su mente pasaban cosas como "¿Me estarán buscando? No... no, nunca se preocuparon realmente por mi, es imposible ..."

En verdad creía que era algo completamente ridículo. No había más preocupación por eso.

Las gotitas de agua dejadas sobre la vegetación del lugar creaban destellos por todas partes ahora gracias a los rayos del sol.

El camino parecía volverse cada vez más complicado, era notable como las plantas ahora se habían apoderado del sendero, lo que hizo bajar su vista y por primera vez miró sus piernas desde que había entrado a aquel inmenso bosque. Pequeños rasguños habían repartidos por ellas, provocados por los golpes rápidos de los helechos mientras corría.

Dejó salir un suspiro y sin notarlo la densidad del bosque había desaparecido por completo, quedando de pie en un claro... con una inmensa casa en él.


Withered freckles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora