Sesión 1

1.8K 292 45
                                    

No dejaras que nadie te toque, solo yo. Y si dejas que alguien más toque lo que es mío, lo que me pertenece, sentirás como te quemas por dentro. Recuérdalo, KyungSoo ―me advirtió y no le creí. Solo era un niño, un crio de 5 años. Yo no sabía el alto grado de gravedad que tenían sus palabras hasta que lo viví, hasta que lo sentí y me estaba quemando vivo y nadie podía ayudarme por más que suplicara que el dolor se acabara, que las llamas se fueran, que me dejaran...

¿Quién eres? ―le pregunte en un murmullo―yo aún seguía envuelto bajo mis mantas de Pororo, abrazando al Señor Bigotes, mi conejo de felpa―, entonces él salió de entre las sombras de mi habitación infantil, justo en la esquina al costado de la ventana; y sólo pude ver la mitad de su cuerpo y rostro, y ese día, me sentí aterrado. Él era hermoso, pero de alguna forma, irradiaba terror, pánico, desolación y maldad pura.

Su vestimenta era tan oscura como el aura abrumadora que irradiaba todo su ser. Su piel era tostada ―en ese entonces, pensé que era igual al color de mis galletas chokis―; sus ojos eran de un negro profunda con una mirada intensa que me dejaba atolondrado; sus labios, gruesos de un rosa pálido; su cabello era de un rubio seco, sin vida y desolado.

―Se preguntara que como puedo describirlo tan bien ¿cierto? Le tengo una respuesta y una muye buena, pero que sin duda, usted no le tomara credibilidad ―como siempre―; él no me visitó solo esa noche, después de ésa, vinieron más, y a ésas, le sumo la de ayer y seguro la de hoy ―termino mi pequeño relato, uno, que casi todos los días medito frente al Doctor Park, quien me mira sin expresión alguna.

Sus gruesos anteojos cuelgan en la puntilla de su nariz. Sé que me está analizando y de alguna forma, no me siento nervioso. Estoy bien.

― ¿Cómo se llamaba él? ―me inquiere una cosa que ambos sabemos muy bien. Parece que espera a que algún día mi respuesta sea diferente.

―Kai ―respondo. Él asiente y enseguida anota en su cuadernillo.

―KyungSoo, Do KyungSoo. 17 años, estudiante de música. ¿Sabes que Kai no es real, verdad? ―su pregunta me resulta tan estúpida, que sin querer, suelto una risilla―. ¿Qué se te hace tan gracioso, KyungSoo? ―su semblante no cambia, sigue indiferente ante mí.

―Su pregunta, doctor Park. Eso me causa risa ―respondo con suma sinceridad.

― ¿Por qué? ―me recompongo. Dejo la risa de lado y lo miro serio.

―Porque usted nunca sabrá que es real y que no. Usted ni si quiera cree en mí. Le he asegurado por tres años que Kai existe. Tengo las pruebas pero usted las cubre con mentiras ―mantengo mi voz apacible, no es hora de alterarme―. ¿Hafefobia? No, yo no tengo hafefobia. Sólo le temo al dolor que él implantara en mi si dejo que alguien me toque ¿Sabe usted cuantas veces desee que mi madre, que mi padre o mi hermano me abrazaran cuando me sentía solo y con dolor? No tiene ni idea ―aquí viene, mi garganta se contrae, voy a llorar. Estamos llegando―. ¿Qué me auto―mutilo? No doctor, siempre he sido cobarde para eso. Mi familia es un gran testigo de ello. Pero venga, ellos ya no creen en nada de lo que de mi boca salga. Ya ponen en duda todo lo que vieron y fue real en mí. Kai, él es quien pasa sus largas y negras uñas por todo mi cuerpo ¿ya le había comentado que sus partes favoritas son la espalda, los muslos, mi pecho y mis brazos? ―tenía esa leve duda. No creo haberla mencionado antes, pues justo hace un par de noches que Kai lo ha confesado.

― ¿Por qué escoges esas partes para auto―dañarte, KyungSoo? ¿Te excita? ―oh mi Dios, no puedo soportarlo más, tengo que reír. Y sí, he soltado una carcajada.

― ¿Qué si me excita? ―logro formular entre carcajadas―. ¿Éso? ―sostengo mi barriga con mis manos. Esto es muy gracioso, en serio. Después de un par de minutos, parece que la gracia del chiste 'No intencionado', se marcha y me vuelve a dejar serio, listo para responder―. No, no me excita. Me duele. Mucho. Él me hiere como un castigo. ¿Usted sabe que por hablar con usted este par de horas, él se quedara cuatro y hará conmigo lo que desee? ―el doctor no dice y ni hace nada, sólo me mira, como siempre. Pensando que estoy más loco que la sesión pasada.

Saben, odio a Kai, lo odio tanto que deseo morir. Sólo éso. La muerte. Pero él no ha permitido que me marche ¿creen que no lo he intentado? Sí, lo he hecho, pero él llega justo en el momento, y sí, no sé ni cómo mierda le hace. Aunque cabe decir, que mi Kai si le teme a algo en el jodido mundo o de donde mierdas venga, él le teme a mi muerte, a que yo me marche y lo deje. Mi propia arma contra él soy yo y no se utilizarla bien ¿Irónico, a que si?

Kai es mi Monstruo y sé que su todo, soy yo.

―Está bien, KyungSoo. La sesión de hoy ha finalizado. Puedes ir a casa. Descansa. Nos vemos en la próxima ―concluye mi diario parlanchín. Yo asiento, me levanto y camino hacia la salida.

Y una vez fuera, miro mi reloj en mi muñeca arañada y veo la hora, son las 4:00 p.m., faltan nueve horas para volverlo a ver. Nueve horas para que nuevas marcas me sean dejadas en mi marchita piel. Él siempre estará grabado en mi piel, hasta que la muerte nos separe. 

♠♥♦♠♥📝♠♥♦♠♥

Hafefobia: miedo irracional a ser tocado.

N/A:

[Estaré re-subiendo este fanfic después de un año]

Si has llegado hasta acá, ¡muchas gracias por leer!


**Disculpen mis faltas ortográficas**

Monstruo [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora