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Tengo el permiso de la autora original para traducir esta historia.

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Seung Hyun tenía demasiado miedo de llamar a Ji Yong. Nunca pensó que alcanzaría el nivel de ser tan cobarde como para estar asustado de llamar a su amante de diecinueve años, o quién sea que Ji Yong fuese, pero pasó y no sabía qué hacer al respecto. Estaba tan acostumbrado a Ji Yong yendo hacia él primero que cuando no pasaba, estaba atorado. Miraba a Francis regresar del escuela cada día y esperaba por alguna noticia, por cualquier tipo de información acerca de Ji Yong, pero no había nada. Su hijo seguía burlándose de él, seguía recordándole que era una mierda de padre, alguien quien nunca debería tener permiso de tener un hijo en general, y Seung Hyun lo ignoraba y trataba de atrapar algo, cualquiera pequeña pista acerca de que pasaba con el chico en el que estaba tan interesado. Francis no era importante para él. Él se iría en menos de dos semanas, miles de mensajes de Patricia recordándole de eso, y no le podía importar menos si al final terminaba siendo un verdadero mal padre. Nadie a excepción de Ji Yong lo veía como uno bueno, de todos modos. No tenía razón alguna por la cual estar molesto.

Por los primeros dos días, el largo lunes y martes completos, Seung Hyun pensó que era normal. Ji Yong tenía su vida igual y no era como si fuesen una pareja, después de todo. Ji Yong no estaba obligado a llamarlo cada día o mostrarse en su oficina. Ji Yong no estaba obligado a nada, si Seung Hyun quería ser completamente honesto consigo mismo. Ellos habían follado tres veces, y eso era todo. Ni siquiera tenía que recordar que Seung Hyun existía. Trataba de decirse a sí mismo que sólo estaba siendo ridículo cuando pensaba que podía hacer que a Ji Yong le importare, justo como trataba de convencerse a sí mismo que no le importaba del todo. ¿Por qué lo haría? Sólo era un chico de una familia rota quien pareció confiar en él. Seung Hyun era un adulto y tenía mejores cosas que hacer que estar pensando en un niño.

Esa probablemente era la razón por la cual terminó en su restaurante favorito en el atardecer del siguiente Lunes, embriagándose en menos de treinta minutos y mirando su comida sin alguna intención de comerla. Pablo cuidó que su orden llegase primero, antes que a cualquier otro cliente, pero aun así no podía ni pensar en probarla. Demasiado alcohol, pensó, aun así virtió más vino en su copa. Su mirada estaba tan nublada que no pudo siquiera decir si el líquido carmesí había terminado en la copa o en la mesa. No era como si le importase. Se había deshecho de su última gota de dignidad hace mucho tiempo.

—Ordena más vino y puedes estar seguro de que no te volveré a dejar entrar a mi restaurante.

Pablo apareció enfrente de él de la nada. Seung Hyun hubiese brincado si no hubiese estado tan ebrio. En cambio, se forzó a sí mismo a alzar la mirada, el cuarto flotando a su alrededor y sonrió amargamente al dueño, apretando el mango de la copa. Se sentía que iba a enfermar en cualquier segundo.

—Siento que moriré en cualquier momento así que no veo porqué eso importa— respondió con una sonrisa. Por unos cortos segundos, pensó que sería la mejor opción. Flotar con el resto de la habitación y simplemente desaparecer. Francis lo dejaría en unas semanas, Ji Yong ya no estaba ahí, si alguna vez había estado ahí, y Seung Hyun no podía soportar el pensamiento de una vacía, silenciosa casa. Era cansado. Él estaba cansado.

—Deja de decir estupideces, Seung Hyun,— Pablo suspiró. Agarró la silla parada del lado contrario de la mesa y la volteó, para que pudiese sentarse y recargar sus manos en el respaldo. —Estás demasiado ebrio como para decir esas cosas.

—Tú no sabes qué pasó— Seung Hyun interrumpió, escondiendo su rostro en sus manos.

Mala idea. Se estaba enfermando. Iba a vomitar. ¿Por qué el cuarto estaba girando?

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