Capítulo 1

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Capítulo 1

Me desperezo de las sábanas al escuchar un ruido en la cocina. Es de día, pero temprano. ¿Qué hora es? Restriego mis ojos, incorporándome como si acabara de nacer y miro el reloj. Mierda, las ocho.

    —Maldita sea —musito a regañadientes.

    ¿Cómo diablos no me ha sonado el despertador? ¡Siempre está programado para las siete! De un salto, me pongo de pie y corro hacia el baño.

    Tengo cara de dormida, como si me hubiesen drogado. Me echo agua bien fría para despertarme del todo y observo mi pelo. Está hecho un desastre como siempre, matutinamente. Cojo el cepillo y me hago una fuerte coleta. Me pongo un vestido junto a unas sandalias marrones y bajo corriendo. Me agradezco a mí misma que todas las noches prepare la mochila.

    —¡Papá! ¡¿Pero tú has visto la hora que es?! —grito entrando en la cocina.

    Él está sentado leyendo el periódico, como siempre. Me mira a través del cristal de sus gafas y le echa un vistazo al reloj.

    —Creí que mi hija tenía dieciocho años, ya mayor para valerse por sí misma y que su padre no intervenga en nada —Vuelve a meterse en la lectura.

    «No puedo creerlo.»

    —Es increíble lo tuyo, eh —Muevo la cabeza sacando leche y echándola nerviosamente en un vaso.

    Hoy es el último día de clase. Veinticuatro de junio, sí señor... ¡Hola verano! ¡Te amo!

    —Sara... —agita una mano por delante de mi cara, haciéndome despertar.

    —¿Sí? —muevo la cabeza.

   —Estás haciendo rebosar la leche, hija.

    Yo miro hacia abajo, observando que mi brazo sigue inclinado vertiendo leche por toda la mesa. Grito y sacudo la mano mojada.

    -¡Mierda!

    —Si es que no estás en lo que estás... —suspira sin darle importancia.

Cojo un paño mojado y limpio la mesa. Miro el reloj. ¡Y cuarto!

    —¡No llego!

    A las ocho menos veinte cierran las puertas y yo aquí, limpiando la mesa llena de leche. Bebo un fuerte sorbo, atragantándome y tosiendo. Es impresionante que mi padre esté tan tranquilo. Es mi última clase de bachillerato y pasaré a la universidad después. Hoy no se hará gran cosa pero no puedo faltar, hay que exponer el maldito trabajo de la profesora de lengua.

    —¡Llévame en coche, por favor! —exclamo cogiendo la mochila.

    —¿No desayunas? —pregunta bobamente.

    Le fulmino con la mirada y abro la puerta de la calle.


    —¡Gracias! —le grito a mi padre desde fuera.

    Él hace un gesto de despedida con la mano y yo me aferro al asa de mi bolsa. No hay nadie fuera, han entrado. Cuando entro en el centro, confirmo mi pesadilla. Ni siquiera se oye ruido en los pasillos.

    Corro sin llamar mucho la atención y subo las escaleras de dos en dos... ¿Cómo no me he caído aún? Miro por cada ventana cuadrada de las aulas, observando a los alumnos escribiendo. No sé la hora que es ya que no he podido ni coger el móvil.

    Y aquí está la mía. El aula veintiocho. Me horroriza la idea de tener que entrar a mitad de la clase de naturales con la señorita Elena. Daremos las tres primera horas de clase y las tres últimas se dedicarán a presentar discursos y tocará el grupo de orquesta de la clase de música. Yo toco el piano y sonrío satisfecha, aunque nerviosa.

A prueba de fuego [H.S]              (LA ESTOY EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora