—Pues al lucir más joven te ves más atractiva, la cual es tu intensión. Eso claro si me lo preguntas a mí —abre la puerta del vehículo—. No entiendo, ya eres atractiva tal y como eres.

—Okay, haré caso porque me lo dices tú. Y no es que diga que no sea bonita, solo que no soy una Megan Fox o una Jennifer Aniston —noto que hay un aire de tensión entre ambos, es como si ya no pudiéramos expresarnos las cosas con libertad, rodeo el auto hasta estar frente a él, me levanto un poco y lo abrazo, el gestó lo sorprende. — ¿Estamos bien? —Lo abrazo más fuerte.

—Por supuesto, ¿crees que te librarás de mí tan fácilmente?

—Supongo que no —me alejo y subo al auto.

Después de la única clase Christian toma ruta sin decirme cuál es nuestro destino, cierro los ojos y tarareo una canción, escucho que el reproductor se enciende dejando oír la canción tarareada, sonrío, tal vez mi voz no es de ángel pero al menos cantó con emoción.

—Sé que canto mal —me acomodo en el asiento— pero no es para tanto.

—No me culpes por cuidar mis tímpanos —acelera—, tu harías lo mismo en mi lugar.

— ¡Por favor! Para ti es un honor escuchar a la próxima Adele —genial, ahora soy la egocéntrica, me reprocho a mi misma— ya sabes, no todos los días ves nacer a una estrella.

Se ríe sin poder creer que me burle de mi propia voz. Me aprendí todas las canciones de su celular, más que todo porque su gusto musical es muy bueno, así que por ello canto sin vergüenza alguna, de vez en cuando Christian me ayuda hasta que retomo mi lugar en el escenario o mejor dicho en el auto.

— ¡Maten a ese gato! —digo al ver que canta, lo justo es justo.

— ¡Por favor, mi voz es la de un ángel! —Arquea una ceja, se ve más lindo cuando tiene confianza en sí mismo.

—Exacto, de ángel pero que calló de cara —me rió al tiempo en que me recuesto a la puerta— por eso cantas así.

—No te apoyes a la puerta que se puede abrir y tu salir por ella —me regaña.

— ¿Y eso es malo verdad? —Pregunto con una inocencia que cualquier persona creería menos él— ¿Podría morirme verdad?

— ¡Peor que morirte! —Alza las cejas para exagerar— podrías, podrías... Vivir.

—Estúpido.

—Niñita

—Tengo tu edad —me cruzo de brazos— así que también eres un niñito. Detiene el auto, se baja y saca de la maletera una camisa blanca, me hace señas diciéndome que me baje también, se acerca con la camisa en las manos y la intención de vendarme los ojos con ella.

— ¡Alto ahí loco! —Digo poniéndole la mano en el pecho alejándolo de mí. — ¿Qué piensas hacer con esa camisa?

— ¡Secuestrarte! —Dice con sarcasmo—. Es para que no veas ¿Okay?

— ¡Okay nada! No pienso dejarte que me vendes los ojos —digo con amargura—. ¿Y si intentas asesinarme?

— ¡Oh no! Has descubierto mi plan de asesinarte y dejar tu cadáver aquí en la ruta principal —sonríe con picardía— no seas miedosa y déjame hacerlo.

— ¡No! —Me doy la vuelta dándole la espalda— no quiero y no puedes obligarme. Hace un sonido de frustración, luego se ríe y dice.

—Hagamos un trato —me toma de la mano y me obliga a mirarle— si cumples con un reto que te de, te llevo a tu casa y no te molesto por una semana pero si no lo cumples harás todo lo que yo diga por lo que queda de día ¿hecho?

Mil Palabras Por Decir Where stories live. Discover now