128. Suhail

81.8K 8.7K 10.9K
                                    

Las clases magistrales de besos me dieron confianza, Max resultó buen maestro. La primera vez que me besó (no hablo de aquel primer roce de labios en su garaje sino de aquel ataque de hormonas en mi habitación poco tiempo antes del accidente) me sentí abrumada. Sin embargo, después de que aseguró quererme y prometió intentar ser mejor por ambos, yo también me esforcé. De buena gana me esforcé. Dejé de empujarlo o cortarlo cuando trataba de acercarse y hasta yo misma empecé a animarle para que me besara. Con ningún otro chico hubiera sido igual, en ninguno confiaba tanto como en Max... A ninguno amé tanto como a Max.

—Me da miedo que te moleste que vayamos lento —le confesé un día, mientras acariciaba mis labios con su pulgar. Le gustaba hacer eso con mi boca y mi cabello.

—Contigo estoy aprendiendo a disfrutar ir lento —dijo, mirándome con ternura. Estábamos en su cama, recostados uno frente al otro—. De ser otra chica te habría alejado hace mucho por todavía no conseguir nada de ti...

—Mientes.

—No...

—¿En serio? ¿Y por qué conmigo sí y con otras no?

Necesitaba que me lo dijera.

—Contigo vale la pena ir lento disfrutando hasta el último detalle...

—¿Qué es exactamente lo que disfrutas?

Dejó de tocar mis labios para esta vez pasar su pulgar por encima de mis pestañas.

—Tus ojos pestañando...

Sonreí sintiéndome embriagar de palabras. —¿Qué tienen?

—Se ven hermosos, así con sus pestañas largas y color verdoso...—empezó, mirando especial atención mis ojos.

—Verdoso suena feo —arrugué mi nariz, rechazando tal elogio—. Suena como si hablaras de algo pantanoso. En mis ojos no hay charcos o cenagales.

—Aun así, creo que la comparación con un pantano no queda mal si tomamos en cuenta que cualquiera queda atrapado en ellos.

Ahogué un chillido y sintiéndome sonrojar lo empujé un poco. —Hoy estás romántico.

—¿Será enfermedad? —Max me miró serio—. Toca mi frente.

Lo hice y aproveché para acercarme un poco más a él, lo suficiente para besarle.

—¿Llamas enfermedad a ponerte romántico?

Sus ojos brillaron con humor. —Sí... Tengo Suhail Didier.

Abrí mi boca fingiendo estar sorprendida. —¿Y esa enfermedad qué hace?

Max frunció un poco su entrecejo. —Te vuelve un poco idiota.

Lo empujé. —¡Max!

—Es en serio —Él también se acercó más. Cada que uno de los dos hablaba acortábamos distancia—. Altera tus sentidos, nubla tu razonamiento y dicen... Dicen, a mí no me creas, aviva tus hormonas.

Levanté un poco mis cejas. —¿Aviva las hormonas?

—Mucho. Muchísimo. Suhail Didier es una enfermedad mortal y su única cura es...

No puedo creer que le esté siguiendo el juego. —¿Qué?

—Dejarse enloquecer por ella, dejarte invadir totalmente de Suhail Didier.

—¿Y cómo te sanas? ¿Te llena tanto que algún momento te aburres y sale de tu sistema?

No, digas que sí, por favor.

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora