Capítulo 5: La fuga

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Llevaba una hora en mi celda mirando al infinito.

Esa misma tarde me dijo una compañera de trabajo que mientras yo había estado en la enfermería Tina se había suicidado. En el momento me alegré. Pero desde que llegué al cuarto no paraba de pensar que aquello no podía ser algo bueno. Y menos después de la sensación que tenía tras la última noche.

Al volver aquel día con el resto de las reclutas tras mi estancia en la enfermería, me sentí incómoda. Ya no pasaba desapercibida como antes y en un par de ocasiones las pillé murmurando sobre mí. Las cosas habían cambiado en la prisión.

Dos días después de mi reincorporación mientras terminaba de comer Ana se acercó a mí.

—Hola Lena, ¿qué tal andas?

—Bien —contesté a la joven de pelo rubio y sonrisa burlona.

—Hoy en la enfermería un chico con unos ojazos me dio esto para ti. —Me tendió un aparato del tamaño de una caja de cerillas. Lo conocía, eran los pequeños aparatos que se movían entre los presos para mandarse mensajes. Eran ilegales aunque las carcelarias solían hacer la vista gorda al respecto—. ¿Has ligado estos días qué has estado en la enfermería? La verdad es que el chico está buenísimo. —Me guiñó un ojo esperando que yo le comentase algo de mi aventura.

Mi cara se puso color granate mientras le balbuceaba un gracias. El tema de los chicos siempre había sido mi asignatura pendiente. Después de mi reacción no dudaba que pensaría que sí que existía algo entre el chico de la enfermería y yo.

Me aparté a un lado para escuchar la grabación sin que el resto de la mesa lo escuchara. Acerqué el aparato al oído antes de apretar el botón.

—El lunes que viene nos vemos en la enfermería. Invéntate algo. Es importante. Te espero allí —escuché la voz ronca del chico mientras apretaba la mandíbula crispada al darme cuenta que me estaba dando una orden. "Pues lo lleva claro si piensa que nos vamos a encontrar el lunes" pensé con el ceño fruncido.

El resto de la semana fue rara. Los cuchicheos sobre mí continuaron y eso me ponía nerviosa. Al final me enteré a qué venían. Al parecer dos de las chicas del grupo de Tina que nos atacaron habían sido trasladadas a otros centros esa misma semana. Se comentaba que yo también iba a ser trasladada. Les pregunté por la tercera chica. Me dijeron que tuvo un accidente unos días atrás en la sala de máquinas donde trabajaba y falleció. Me puso los pelos de punta.

Intentaba no pensar en lo que le había pasado a Sussie, a Tina y a sus compañeras, pero todo me quitaba el sueño y me ponía nerviosa. La amenaza que escuché el día de mi vuelta a la celda ya no me parecía producto de mi imaginación. Tampoco conseguía olvidarme del mensaje del chico de la enfermería, me daba la sensación de que sabía lo que estaba pasando.

Cuando llegó el lunes sin pensarlo empecé a fingir un dolor agudo en el estómago. Me llevaron a la enfermería medio sedada. Al entrar pude ver al muchacho con la cara blanca como el papel y unas ojeras pronunciadas. Estaba enfermo de verdad, de repente temí que él también desapareciese.

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—¡Hey, Lena! ¡Despierta! —Escuché un susurro en mi oreja. Los sedantes que me dieron me estaban pasando factura y me costó abrir los ojos. Cuando por fin lo conseguí, vi la cara del preso junto a la mía. Estaba acuclillado al lado de mi cama y me hablaba en susurros—. Venga, despierta.

—Ya estoy despierta.

—Levántate, necesito que hablemos —ordenó. Empezábamos mal...

—Te faltan las palabras mágicas —dije cerrando de nuevo los ojos. Noté su aliento en mi oreja cuando se le escapó una ligera risa.

Sector 0: El despertar (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora