Capítulo 3

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            — No tiene sentido —suspiró para sí mismo, dejándose caer contra los casilleros.

Claramente hizo algo de ruido porque la persona que estaba revisando su casillero se volteó a ver. Pero ahí no había nadie. Solo Gerard; el chico fantasma. Y quizás estar muerto no era tan malo después de todo. Llevaba semanas sin tener que comer o dormir o ir al baño y sinceramente usar los computadores de la escuela no era algo tan deplorable. Más de una vez había cambiado todos los fondos de pantalla a fotos de gatitos haciendo caras graciosas, y de haber podido hablar con sus amigos lo habrían celebrado juntos. Pero no había forma. Lo había intentado, vaya que lo había intentado pero no había una sola respuesta por parte de los chicos. Era como si no pudieran escuchar o ver nada que proviniera de él. Y entonces las palabras que alguna vez escuchó en la televisión venían a su cabeza: Las personas solo ven lo que quieren ver.

Y quizás sus amigos no querían tener nada que ver con Gerard el fantasma. Y era totalmente aceptable... triste, pero aceptable.

De todos modos, ya no iba a ser posible intentar contactarse con sus amigos porque tenía vagos recuerdos de haberlos visto graduándose ahí mismo en el auditorio de la escuela, en donde lo habían despedido a él y a los otros chicos hacía semanas, o días, o meses... el tiempo era extraño ahora. De todos modos, sabía que era cierto. Sus amigos se habían graduado y el discurso de Ray había sido soberbio, le había dedicado palabras a él y a Lindsey quien estaba recuperándose... Lindsey, realmente daría todo por poder verla una vez más.

Soltó un suspiro y alzó la vista. El muchacho que estaba en el casillero cerca de él se marchó rumbo al pasillo principal y lo siguió por curiosidad, había carteles que anunciaban el inicio de un nuevo año escolar. Y resultaba extraño porque se suponía que él tenía que haberse marchado de ahí el año anterior. El muchacho se encaminó hacia el baño de varones y fue con él, pero una vez dentro fue alguien más quien llamó su atención. Alguien que entró estrepitosamente a través de la puerta y se dirigió hacia uno de los cubículos, aunque no cerró la puerta, solo se quedó recargado contra la pared, con el teléfono en la mano.

Era menor, quizás unos catorce o quince años, su cabello era bastante corto y se paraba las puntas del mismo. Sus ojos tenían un color castaño con toques de verde, algo totalmente genial según Gerard. Y tenía los nudillos rojos de tanto golpear la pared.

— Vamos, mamá... —lo escuchó decir— Por favor...

Pero al parecer nadie contestó porque volvió a marcar el número. Así estuvo un par de minutos, marcando una y otra vez un número que nadie contestaba. Realmente se interesó en él, porque aun cuando el sujeto que había estado siguiendo se marchó, él seguía ahí, simplemente mirando a aquel extraño.

— Mamá, por favor contesta... —su voz sonaba agrietada, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

Y eventualmente lo hizo. Afuera sonó el timbre que daba inicio a un nuevo ciclo de clases pero a él no le importó, tomó asiento sobre la tapa del retrete y apretó su pequeño teléfono entre los dedos hasta que sus nudillos se pusieron blancos. De pronto una lágrima cayó sobre la baldosa azul, y luego otra... y otra. Gerard se acercó a él, tomó asiento en el suelo, abrazando sus rodillas. El rostro del chico estaba totalmente rojo y había tanto dolor en su gesto... ¿Qué era lo que pasaba con su madre? ¿Por qué no contestaba?

Deseó abrazarlo, deseó poder detener su llanto y luego, demonios, luego visualizó a su hermano menor en esa misma situación. Vio tan claramente a Mikey llorando frente a él que sus propios ojos se humedecieron y sintió una tormenta inundar su pecho. Había tantas cosas que le hacían sentir deshecho... llevaba ya meses muerto y era momento de asumirlo. Su brillante futuro se había ido a la mierda, la idea de perder la virginidad con Lindsey se había ido a la mierda, el vivir en un apartamento en New York junto a sus dos mejores amigos también había quedado en el pasado... ya no iba a poder ser el orgullo de sus padres, no iba a poder ser el modelo a seguir de Mikey, no iba a poder tener un auto costoso, no a poder casarse nunca, ni tener una familia propia... ya no había absolutamente nada para él. Y aun así, por alguna razón, seguía ahí. Atrapado.

— Mamá, vamos... —la voz del muchacho volvió a romper el silencio.

"Su llamada será transferida al buzón de mensaje..." Gerard alcanzó a escuchar y secó sus lágrimas con una mano. No se había dado cuenta de en qué momento comenzó a llorar. Se puso de pie cuando vio al muchacho secar sus propias lágrimas y luego lo siguió hacia el lavamanos. Estuvo varios minutos mirándose al espejo. Tenía una perforación en el labio y sus ojos lucían rojos a causa del llanto. Era guapo. Gerard se sorprendió al pensar en eso porque, vamos, era bastante menor y además era un hombre. Pero al demonio, era guapo.

El chico se acomodó el cabello y luego salió del baño. Gerard lo siguió rumbo a su siguiente clase, era Historia, con su profesor favorito, y mientras el chico dibujaba garabatos en su cuaderno, Gerard escuchaba con total atención como el profesor hablaba de la participación de Estados Unidos en la carrera espacial contra la unión soviética. Había tanta pasión en sus palabras que si cerraba los ojos, podía verse a sí mismo ahí. Era totalmente mágico.

Cuando la clase se dio por terminada todos se pusieron de pie y salieron de prisa, ignorando al profesor que se encontraba dando indicaciones para la siguiente clase. Gerard las escuchó con atención, aunque él ya no pertenecía a esa clase.

— Frank, ¿estás bien?

El profesor se acercó a la mesa de... ¿Era Frank? Gerard sonrió, al menos ahora sabía su nombre. Frank alzó la mirada, y luego de negar una sola vez se puso de pie y salió casi corriendo de la sala de clases. Gerard vio la preocupación tatuada en el rostro del profesor, y esa impotencia de querer hacer algo y no poder. Conocía bien esa sensación. De todos modos se apresuró para seguir a Frank a través de los pasillos. Se detuvo solo cuando llegó a su casillero, era el B64. Y luego de guardar el cuaderno y sacar un par de cosas fue hacia la salida. Gerard supo que su viaje había terminado.

— ¿No vienes?

La voz del Frank fue como una daga a través de un cristal, porque, mierda, le estaba hablando a él. Gerard parpadeó un par de veces y se giró para asegurarse de que no le hablaba a nadie más.

— Te estoy hablando a ti —añadió Frank—, me has estado siguiendo.

— No... —Gerard tartamudeó, ¿En serio eso estaba pasando?

— Sí —Frank alzó las cejas—, no lo niegues. Eres pésimo mintiendo.

— Yo... no puedo —logró formular y luego sintió un pitido en sus oídos, el ruido se fue haciendo cada vez más fuerte que casi no notó la luz frente a sus ojos. Era una sensación tan abrumadora que sintió que estaba muriendo... de nuevo. Y cuando todo terminó se encontró a sí mismo parado frente a la puerta de cristal que ya estaba cerrada. Afuera el cielo era de un azul oscuro... y Frank no estaba en ninguna parte. Quiso arrancarse el cabello, pero no dejó que su enojo le ganara. Frank iba a ir a la escuela el día siguiente... y mierda, iba a poder hablar con alguien después de meses de silencio. Era un panorama asombroso, aun para un fantasma. 

can you see me? ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora