Ella lo observó. En su rostro había una tristeza infinita.

—Ya no eres tú, ¿verdad? —le dijo en un susurro.

Los ojos de Zaid se inundaron de lágrimas. Su cabello ondulado caía sobre su cara en desorden, su barba estaba larga y sin forma, tenía arrugas en el rostro que contaban una muy triste historia. Y ojeras tan profundas que revelaban todas las noches sin sueño a causa de su imposible amor. Él realmente la amaba. Sanja percibió todo esto en cuestión de segundos. Tenía un rostro tan artísticamente triste, que le habría gustado tomarle una fotografía, aunque claro que no era el momento y jamás lo habría ofendido con eso.

—No... mi verdadero yo se perdió cuando ella desapareció de mi vista —concluyó, mientras se limpiaba los ojos con la manga de la camisa.

—Te voy a ayudar —dijo en voz alta, para que los demás escucharan también—. No importa si voy sola, te voy a ayudar.

Zaid la tomó de los hombros con ambas manos y luego le dio un abrazo de agradecimiento.

—Primero deben enviarme a mí al pasado —dijo él aclarándose la garganta y soltando a la chica—. Luego vas tú —le dijo a la albina.

—¡¿Qué?! ¡Te has vuelto loco! —reclamó Francisco—. No puedes permitir que ella vaya allí, viejo, ¿qué te pasa?

—Puedes acompañarme si quieres —sugirió Sanja sonriendo.

—Zaid, ¡no voy a dejar que lo hagas! —dijo Patricia cruzando los brazos—. Tu plan es tonto, arriesgado, peligroso y... y... y tonto. Además, no puedes estar seguro de que realmente funcione. ¿Y si me quedo sin hermano de veintidós y sin hermano de cuarenta y cuatro?, ¿y si no te volvemos a ver?

—Volverá tu hermano de veintidós, Patricia. Mírame bien, ¿acaso luzco como alguien feliz, como alguien realizado...? ¿...como el hermano que quieres tener cuando tenga cuarenta y cuatro?

Ella lo miró y finalmente entendió cada palabra, pero ¡era tan difícil dejarlo ir! Tenía mucho miedo de que nunca volviera a casa.

—Argh —gruñó la morena— ¡Me choca cuando me convences de hacer algo que sé que puede no salir bien! —se quejó secándose las lágrimas.

Zaid sonrió ampliamente, pero luego pareció concentrarse.

—Bien, entonces el plan deberá ser así: Después de que yo me vaya, ustedes abrirán el portal de nuevo tomándole fotos, Sanja viaja para encontrarme cuando tuve veintidós...

—¡Espera! —interrumpió Sanja— ¿Cómo sé que llegaré justo a donde tú llegaste?

—Solo tienes que imaginarte estando ahí, funcionó para mí la última vez, que quería estar aquí entre ustedes —Zaid se encogió de hombros.

—Viejo, tú de plano me quieres matar... ¿Cómo carajos vas a mandar a mi novia —hizo énfasis en el «mi»— a quién sabe dónde, sin estar completamente seguro del funcionamiento de esa cosa?

Zaid se mordió el labio con desesperación.

—Lo siento, yo... —miró a Sanja significativamente— Francisco tiene razón, estoy siendo egoísta. En mi desesperación por estar con ella los estoy arriesgando mucho. Tienes razón, no voy a arriesgarlos de esta forma, me las arreglaré solo.

—He dicho que iré —respondió Sanja con firmeza—. Con o sin ti, mi amor —añadió echándole un vistazo a su novio.

Francisco la miró frunciendo el entrecejo. Estaba sorprendido por la forma en que su novia veía las cosas. También estaba avergonzado, ya que mientras él se comportaba como una niñita, Sanja bien podría ir a cazar vampiros por ahí sin sentir miedo. Él siempre huía de las situaciones difíciles. Todo el valor que a Francisco le faltaba, lo tenía ella.

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