7

2.8K 295 13
                                    

—¿Por qué, si son hermanas, Solangel y tú se llevan tan mal? —pregunta, estoy levemente confundida por varios segundos, sacudo mi cabeza saliendo del trance al darme cuenta de que estaba jugando conmigo. Me alejo, bajando del banco y rodeando la barra, ocultando lo mejor que puedo lo mucho que me ha afectado su engaño.

—No es asunto tuyo. —Si no estuviera tan enojada, probablemente le habría contado, no ha sido justo de su parte usar esos trucos de seductor cuando tenía intenciones ocultas, ¿por qué realmente me sorprende? No es que lo conozca.

Ambos nos damos la espalda y decido que es mejor poner distancia. Del refrigerador, extraigo una lata de soda y del armario un paquete de galletas saladas, abandono la cocina sin dar otra mirada en su dirección y me encierro en mi cuarto, donde entre insultos susurrados, me alimento y recupero fuerzas.

Una hora más tarde, Kya irrumpe en mi cuarto y se lanza a mi lado en la cama, sin notar mi estado confuso generado por los sentimientos contradictorios que me provoca su hermano, y comienza a contarme todo lo que hizo mientras estuvo fuera. Luego de varias respuestas con monosílabos viniendo de mí, se percata de que algo va mal.

—¡Tierra a Luna! ¿Qué sucede?

—Tu hermano es un idiota —digo sin más.

—Dime algo que no sepa —concuerda, rodando los ojos—. Siempre está metiéndose conmigo, ¿sabías? —añade—. Una vez... espera, ¡¿qué?! —Se sienta de golpe y me escudriña con la mirada. Le cuento sin muchos detalles lo que pasó hace rato.

—No le veo lo gracioso —refunfuño cuando suelta una risita.

—Él sabe que te gusta y se aprovecha de ello —comenta, le regalo un ceño fruncido.

—¿Y tú cómo puedes estar tan segura? No es que tengas mucha más experiencia que yo.

—Ahí es donde te equivocas, estoy suscrita a esta increíble revista online que te cuenta todo sobre las relaciones de hoy en día, da los mejores consejos y...

—¡Por Dios, para! —interrumpo riéndome—. No puedo creer que hables en serio, Kyanna. Son revistas de humanos, para humanos, sus tips sobre noviazgo no pueden aplicarse a seres sobrenaturales.

—¿Por qué demonios no? Al final seguimos siendo personas con sentimientos —revira.

—Bueno, ahí tienes un punto. Retiro lo dicho. Aunque, volviendo al tema, sigue sin ser gracioso.

Kyanna entrecierra los ojos, abre la boca dispuesta a refutar, pero es detenida por la voz de mi media hermana.

—Ustedes dos, la cena está lista.

Es notorio el mal humor que acompaña a la rubia, su aura normalmente brillante en tonos amarillo pastel se percibe opaca y a pesar de su pésima actitud hacia mí, no puedo evitar preocuparme.

***

La cena estuvo deliciosa. Soy un desastre en la cocina, a menos que esté haciendo pociones; mi hermana, por el contrario, es una experta. El único que no probó bocado fue Arath, a quien he evitado mirar o hablar directamente. En este momento estamos los cuatro en la sala de estar: Kya y yo, una sobre la otra en el sofá; Solangel, desparramada encima de la alfombra frente a la chimenea encendida, fingiéndose entretenida con un pequeño grimorio que trajo consigo, cuando en realidad trata de descubrir la razón por la que vinimos aquí.

Porque, ¿una excursión al Everest, así de repente? Y con tanto misterio, además. Debe estar comiéndose la cabeza al desconocer nuestros motivos. De no ser tan chismosa y mezquina, le habríamos contado.

Arath mira por la ventana de la cocina, me pregunto qué es lo que ve más allá de los árboles, no ha parado de contemplar las afueras desde que llegamos.

Diosa de La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora