Vigilante

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Pero no era normal, esa canción nunca la había escuchado y mucho menos tocado. Quizás me estaba volviendo loca, pero debía admitirlo si lo había soñado o imaginado, había sido la mejor alucinación de toda mi existencia. Me había sentido más viva que nunca. Pero la realidad llegó a mí al notar que el perro blanco de mediano tamaño no está, no hay rastro de él. Relamo mis labios y silbo un poco, pero no hay rastro de él.

Y entonces me doy cuenta de que tal vez si pudo haber sido mi imaginación haciéndome creer cosas, pero los granos de arena en mis pies me dicen lo contrario.

Un grito y un sonido de un florero caer me alertaron, mis manos soltaron los dos objetos que tenían sujetados y mis pies corrieron hacia el interior de la casa.

Paso por la lavandería y me detengo al llegar a la cocina. La voz de Megan me detiene. -¡No sé lo que buscan!-chilla. Mis ojos escanean las gavetas de la encimera, lentamente y con el corazón latiéndome a mil por hora abro una y por suerte encuentro un chillo para cortar carne. Lentamente me acerco a la puerta y la vislumbro, mi cuerpo comienza a temblar y trago con fuerza.

Un hombre la tiene tomada del cuello con una extraña daga. -¡¿Dónde está?!-le grita el hombre mientras presiona con fuerza el cuchillo sobre su cadera.

Una mano cubre mi boca y me hala hacia adentro justo en el momento en el que decido intervenir, me muevo con fuerza intentando liberarme de la persona que me sujeta, pero es más fuerte que yo. Aprieto con más fuerza el cuchillo pero la presión que ejerce sus brazos es mi cuerpo imposibilita cualquier ataque mío.

Camino a ciegas por la cocina, la persona que me sujeta me obliga agacharme detrás de la isla del centro.-Phoebe, no grites o nos matan a todos, te soltaré pero por lo que más quieras no hagas nada.-me susurra una voz masculina, asiento lentamente y sus brazos me dejan de rodear, lentamente me giro y mis ojos se abren a más no poder.

-¿Quién eres?-le pregunto en susurros.

El chico desvía momentáneamente sus ojos a mis manos y luego regresan a los míos.-Un amigo, dame ese cuchillo.

Miro mi mano derecha y noto el temblor que aún hay en ellas, sin pensarlo dos veces se lo doy.

-¿Quién eres?-le vuelvo a preguntar.

Una sonrisa se extiende sobre sus labios.-Nicolás, Nicolás Dalton, ahora iré a patearle el culo a esos tipos y salvar a tus primos.

-Te matarán.

La sonrisa socarrona no se borra de su rostro.-No te preocupes cariño, sé cuidarme.-y con un guiño se marcha.

Me dejo caer en las frías baldosas, con lágrimas en los ojos escucho el alboroto al otro lado de la habitación, más vidrios quebrándose.

Cierro mis ojos y pegó mis piernas al pecho. -¡Ustedes dos a la cocina!-grita otra voz masculina.

Abro los ojos al escuchar varios pasos y me preparo para lo peor pero mi cuerpo se relaja al reconocer los dos pares de pies que tengo al frente. Megan y Sophie se dejan caer a mi lado, la rubia mantiene sus ojos abiertos y en su mano izquierda noto el bate de béisbol.

-¿Qué mierda está pasando?-pregunta la rubia entre jadeos.

Un disparo suena por toda la casa. -¡Tomás!-Grita Megan. -¿Dónde está Tomás?-demanda saber la pelinegra.

"Hoy es el maratón de Toy Story" la imagen del niño de ocho años en su habitación me golpea de repente. Tengo que ir por él. Sin pensarlo dos veces me pongo en pie y corro por la cocina, cruzo el umbral en donde debería existir una puerta y el cuadro de cuatro hombres luchando inunda mi campo de visión, ninguno se percata de mi aparición, camino pegada a la pared que lleva hacia el pasillo en donde están las puertas de las habitaciones y me detengo en la del niño. Giro rápidamente el pomo pero la puerta está cerrada por dentro.

Transcendence la Profecía(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora