Génesis. Parte II

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‹‹¡De manera que la mujer que he visto en sueños es nada más y nada menos que la Reina Iris

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‹‹¡De manera que la mujer que he visto en sueños es nada más y nada menos que la Reina Iris.››

—Es un placer su... majestad. —No estaba segura de cómo actuar en su presencia, pero algo me decía que debí hacer una reverencia.

—El placer es mío, Alise. ¡No te imaginas cuánto tiempo llevo esperando conocerte! —exclamó, para mi sorpresa.

—¿Verme a mí? ¿Por qué su majestad?

—Llámame Iris, querida—solicitó, con sincera modestia. A continuación, acercó su mano a mi rostro y deslizó sus yemas por mi pómulo.

Su contacto era terso, como seda. Me provocó un sentimiento íntimo y familiar, al punto que vi a mi propia madre reflejada en los ojos de la reina.

››Y respondiendo a tu pregunta, te diré que una de las razones por la cuáles deseaba conocerte es porque ambas somos parte de la misma familia —su confesión me dejó aún más perpleja.

—Increíble...—susurré.

—Solo sino abres tu mente. —Sonrió—. El parentesco viene de parte de la línea materna. Soy una tátara tátara tátara tátara...abuela tuya—Tragué saliva.

‹‹Esto quiere decir que además de sangre mágica, tengo sangre real›› analicé.

—¿Sucede algo?

—No... quiero decir, sí. ¡Sucede todo! Mi cabeza no para de dar vueltas. Tengo demasiadas dudas para hacerle.

La reina rio de forma musical.

—Lo entiendo...Acompáñame a dar un paseo y prometo aclarar esas dudas—ofreció.

Al principio, me sentí renuente de dejar a Daniel, pero Iris me aseguró que no despertaría hasta que yo regresara, por lo que al final accedí.

Al cabo de un rato nos encontramos camino al bosque, al abrigo de peculiares árboles de fronda anaranjada, bañadas con la luz del amanecer, que me recordaban a las lustrosas plumas del fénix.

La foresta era más calma por la mañana. Se oía nuestra respiración y el eco de nuestras pisadas, pero la reina no tardó en romper el silencio.

—Lo primero que debes saber es que por tus venas corre la sangre de un ‹‹Ángel Supremo››—declaró.

—¿Eso es lo que eres?

Estaba a punto de responder cuando una briza fantasmal nos sorprendió, al quebrantar la pasividad del paisaje.

Hojas y ramas yertas, tubérculos, raíces y flores silvestres, que crecían a un lado del sendero, se desprendieron del suelo y formaron un torbellino vegetal.

Entrecerré mis ojos, hasta que la ventisca cedió. Poco a poco, aquel tornado se fue transformando hasta adquirir una forma humana.

El cuerpo del nuevo ser estaba conformado de ramas y hojas tornasoladas, sus cabellos de raíces y flores entrelazadas y sus ojos eran dos rutilantes gemas.

Un tubérculo constituía su nariz e incluso se notaba que respiraba, sin embargo, aquella criatura no tenía boca.

—¿Qué eres? —me pregunté, en voz alta.

—Es el espíritu del bosque. Cuida el entorno y vela por sus necesidades—explicó Iris—. Puede asumir distintas formas, pero siempre empleando alguno de los elementos que tiene a su alrededor. Estamos llegando al límite de su territorio, por eso apareció.

—Hablas del bosque como de otro ser vivo —observé.

—Es porque está vivo. Aunque no habla, respira, oye, ve y siente como cualquier otro organismo. Cada árbol, planta, flor o roca, están conectados y cumplen una función determinada; por eso es tan importante su preservación y cuidado. Si todo el bosque está sano, la armonía y la belleza prevalecen en todo lugar.

El espíritu del bosque hizo una reverencia frente a su reina.

—Has hecho un estupendo trabajo últimamente—felicitó Iris—. El bosque está exultante de vida. —El espíritu danzó feliz—. ¿Serías tan amable de escoltarnos por aquel atajo que conoces? A mí siempre se me dificulta encontrarlo—declamó su majestad. El espíritu asintió y volvió a transformarse en un torbellino, el cual agitó la arboleda, y las tupidas enredaderas que ocultaban un pasaje secreto.

Observé a aquel fascinante organismo mimetizarse con el paisaje, una vez cumplida su tarea.

Ingresamos al pasadizo y llegamos a un valle.

En el nuevo espacio prevalecían los matices amarillos debido a las matas de flores que se extendían aquí y allí. Los setos cubrían las colinas incluso, como alfombras perfumadas.

—Aquellas son las ‹‹Colinas de Oro›› de ‹‹Tierra Mítica››—indicó Iris—. Llevan ese nombre debido a los capullos que las recubren, cuyos pétalos tienen la particularidad de desprender polvo de oro cuando el sol las alcanza.

Recordé entonces que al ingresar a aquel maravilloso mundo las había visto y había tenido esa misma sensación, la de estar contemplando colinas de oro sólido.

—Ven, aquí podremos conversar sin interrupción—enunció, tomando mi mano para guiarme hasta un tronco caído que nos sirvió de banca improvisada—. ¿En qué estábamos?

—Me contabas lo de ser un ‹‹Ángel Supremo›› —recordé, ansiosa por oírla.

—La historia que lo que voy a narrarte es un poco larga—comenzó—. Se trata sobre mi origen, el de las criaturas mágicas e incluso sobre el surgimiento mismo de este lugar.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora