Génesis. Parte I

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El  sonoro trinar de un ave logró filtrarse en las profundidades de mi subconsciente, aunque no logró despertarme por completo de aquel sueño sobre mágicas tierras pobladas de místicas criaturas que vagaban tranquilas por bosques encantados, custo...

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El sonoro trinar de un ave logró filtrarse en las profundidades de mi subconsciente, aunque no logró despertarme por completo de aquel sueño sobre mágicas tierras pobladas de místicas criaturas que vagaban tranquilas por bosques encantados, custodiadas desde las alturas por poderosos seres alados que brillaban con luz propia.

En el sueño, el sitio de la luna en el centro del firmamento era ocupado por un ángel de colosales alas de plata. Sus refulgentes orbes, como rayos, penetraban el manto de tinieblas en busca de peligro. En cada mano sostenía una pluma acerada que relucía como la hoja de una espada.

Un tibio resplandor anaranjado se coló a través de mis párpados cerrados.

Las imágenes oníricas se alejaban y con ellas la oscuridad de la noche.

Consciente de que debía despedirse, desde lo alto del éter, el fiero ángel me observaba sonriendo.

Abrí mis ojos a tiempo para contemplar como un ave era consumida, en pleno vuelo, por ávidas lenguas de fuego hasta tornarse un montículo de cenizas.

‹‹¿Qué ha sucedido?››

Me incorporé sobresaltada y volteé en dirección a Daniel. Él continuaba dormido. El ángel había abandonado su guardia vespertina, y eso me parecía extraño.

Esa era la primera vez que lo veía en ese estado apacible y, en cierto sentido frágil. La imagen era contraria a la del mortífero ángel de mi sueño, pero no dejaba de conmoverme.

Quité con lentitud el brazo que envolvía mi cuerpo y, en completo silencio, me acerqué a aquella pira cenicienta. Vislumbré, absorta, como un pequeño polluelo de brillantes plumas anaranjadas surgía de aquel, de la misma forma que brotan las tiernas briznas después de un incendio.

Entonces comprendí que el ave era un fénix. Aquella mágica criatura se erguía desde su tumba, victoriosa y triunfal, desplegando sus péndolas al cielo.

La mañana se llenó con bellos acordes. El fénix cantaba feliz a la vida a la cual había regresado una vez más.

Ensimismada con la magnificencia de la escena no había notado que, desde el adormecido bosque, una mujer me observaba.

Tenía largos cabellos rubios que caían en forma de un manto dorado hasta su cintura, piel marmórea e iris ambarinos cual oro líquido. 

‹‹Es idéntica a la mujer de mi sueño›› medité

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‹‹Es idéntica a la mujer de mi sueño›› medité.

La dama comenzó a acercarse hacia mí.

Lucía un vaporoso vestido dorado que caía en capas irregulares. La tela resplandecía como las alas de los ángeles y también parecía irradiar luz propia. Llevaba una tiara hecha con ramas entrelazadas y flores y una gargantilla con un dije en forma de alas.

—No quise asustarte Alise —comunicó la mujer. Su tono de voz era gentil, pero su imagen manifestaba poder —. Maravillosas aves los fénix, ¿no te parece?

—Lo son—corroboré—. Yo la conozco, la vi en uno de mis sueños, aunque no sé su nombre...Sin embargo, usted conoce bien el mío.

La mujer detalló una encantadora sonrisa.

—Lo siento, a veces olvido presentarme adecuadamente puesto que todos aquí me conocen. Soy Iris, reina de la ‹‹Tierra Mítica››, madre de los seres mágicos y creadora de todo lo que vez aquí.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora