La trampa. Parte III

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—¡No, Vera! —sollocé

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—¡No, Vera! —sollocé. Su cuerpo estaba rígido y frío—Tía, por favor. —Me incliné sobre su rostro, y corroboré que no estaba respirando—. Esto no puede estar pasando. —Mis lágrimas cayeron en cascada por mis mejillas empapando su rostro.

Hacía apenas unos días que me había enterado de nuestro parentesco y ni siquiera había podido disfrutarla.

‹‹¿Por qué el destino me arrebata todo lo que amo?›› cuestioné.

Tomé su cabeza entre mis brazos, acunándola, mientras acariciaba sus cabellos claros. Mis dedos rozaban sus mejillas, humedecidas por el llanto.

Permanecí así largo rato, devastada y en silencio, mirándola, hasta que la luz de la antorcha se consumió y cerré los ojos, abandonándome a la oscuridad que se cerniría sobre ambas.

No obstante, una llama se volvió a alzar, una ínfima chisma de luz, suficiente para contrarrestar la oscuridad. Entonces, oí de nuevo su voz.

—¿Qué...qué ha pasado?—musitó. La observé extasiada, sin poder creer lo que sucedía. Ella también me contemplaba, al tiempo que se incorporaba. Sus iris estaban brillantes y más vivaces que nunca—. Los oí a Darius y a ti balbuceando—indicó—, pero después todo fue silencio. Sentí que dormía bajo los efectos de un embrujo de sueño. —Frunció el entrecejo—. Luego algo me trajo de vuelta, una fuerza que me arrastró a la realidad, donde te encuentro a ti llorando...¿Acaso morí?

—¡Estás viva!—Fue lo único que atiné a decir después de tanta palabrería, respondiendo de forma parcial a sus inquietudes.

Abracé a mí tía, con cuidado. No quería arriesgarme a empeorar su herida. Sin embargo, en ese momento descubrí que aquella ya no estaba.

››¡Tu herida ha desaparecido!—señalé, maravillada— ¿Cómo es posible?

Vera revisó su costado. El corte se había cerrado y solo quedaba una costra de sangre reseca sobre su renovada piel.

Llevó una mano hacia mi mejilla, limpiando los resabios de mi llanto y dijo:

—¡Al parecer me has salvado la vida Alise! —informó.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Creo que tus lágrimas son mágicas. Tienes el don de la sanación como tu padre y como yo, pero tu poder se manifiesta de forma diferente y, sin duda, es más potente.

—Al menos este don no estaba bloqueado—expresé, blanqueando mis ojos.

—Tampoco serviría de mucho. Tus lágrimas sólo son efectivas si hay algún herido cerca—explicó— Pero, ¿sabes qué es extraño? El hecho de que tengas tres dones y no dos.

—¡Es cierto! Daniel me ha dicho que las criaturas sobrehumanas poseen dos dones como máximo, uno de cada progenitor.

—Así es. Al principio pensé que tus dos padres eran zahoríes, ya que tienes los dones de la videncia y de la interpretación, poderes que solo los hechiceros poseen. Después, cuando descubrí tus verdaderos orígenes, aquello se me hizo raro. Pero sopesé la posibilidad de que la sangre de tu madre había predominado y potenciado. —¡Menos mal que no había pensado en infidelidad!—. Ahora que he confirmado que tienes el don de mi hermano, no sé qué creer.

—¿Que soy especial y fabulosa? —bromeé.

—De que eres especial, no cabe duda.  

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora