28.- De mal en peor

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Miraba al profesor fijamente aunque a mis oídos no llegaba ningún tipo de sonido. No era capaz de concentrarme en la clase por mucho que lo intentase. Decidí tomar mi lápiz y hacer como que tomaba apuntes cuando lo único que ocupa mi libreta eran garabatos.
Después de pasarme unos cuarenta minutos sin oír nada pude percibir el sonido del timbre. Cambio de clase. Clase de francés.
Noté como alguien se acercaba a mi mesa. Sabía que era Esther así que ni me molesté en subir mi vista.
Su mano se posó en mi hombro y muy cerca de mi oído me susurro:
-Ánimo. Tú eres más fuerte.
Después oí como regresaba a su sitio. No sabía si reír o llorar pues por primera vez Esther no me comprendía y no sabía en quien refugiarme.
-Bonjour!
No sonaba como otras veces. Sonaba triste. ¿Cómo tenía el coraje de estar triste? Ella era la que había acabado con todo. No yo.

La clase llevaba un rato y yo en ningún momento la miré y di gracias a que Ana en ningún momento me mencionase para nada.
-Creo que ya podemos dar por concluida la clase ya que tengo algo que contaros. -Puse atención pero en ningún momento levanté la cabeza- Dentro de dos días habrá una exposición sobre diferentes países. Trabajaremos su cultura y gastronomía y aunque esto es un proyecto del profesorado me gustaría que vosotros colaboréis en él. ¿Qué os parece?
-¿Sube nota? -Escuché preguntar a alguno de mis compañeros.
-Si digo que sí, ¿vendréis?
Todos dijeron un fuerte sí al unísono.
-Pues ahí tenéis la respuesta.
El timbre irrumpió sus palabras y de cierta manera lo agradecí.

Estaba sentada en uno de los bancos del patio del recreo mientras completa algunos ejercicios que me faltaban.
-¿Quién soy? -Dijo Esther tapándome los ojos.
-No lo sé.
-Que seca hija mía -Rodeó el banco y se sentó a mi lado.
-No estoy de humor.
Note como mi amiga resoplaba y llevaba la vista al cielo.
-¿En serio? -La miré- ¿En serio sigues mal por esa mujer?
-¡Sí, joder! -Dije bruscamente al tiempo que me levantaba- Claro que estoy mal Esther. Mierda. La quiero, ¿sabes qué es eso? Y sé que me quiere, porque lo sé, pero no entiendo nada y estoy mal y tengo miedo. Tengo miedo de sentir esto siempre y no poder estar con ella.
Me volví a sentar y se hizo un silencio de unos segundos que a mí me parecieron horas.
-Vale. No hacía falta ponerse así.
Esther se levantó y se fue.
¿Qué había hecho? Ella era mi amiga. Joder.

Último timbre. Por fin a casa.
-Paula.
Mis pies se frenaron súbitamente al escuchar esa voz. Su voz. ¿Me giraba? Estaba helada en el sitio y sentía que, por mucho que quisiera, mi cerebro no sería capaz de enviar ninguna orden a mis extremidades inferiores. Aunque, para mi sorpresa, si fue posible y me giré.
-Necesito... -Se acerco lentamente. Como si yo fuese una fiera y ella intentase calmarme- ...Necesito hablar contigo sobre el examen.
Por una parte agradecí que hiciera énfasis en el hecho de que fuese para hablar de mi examen.
Decidí comportarme como una adulta y asentí.
-Claro.
La seguí hasta la sala de profesores de donde salía Blanca, la profesora de física.
-Adiós, Ana.
-Hasta mañana, Blanca.
Blanca me hizo un gesto de cabeza para despedirse de mí y justo ahí noté como Ana y ella se lanzaban una miradas que se me hicieron un tanto sospechosas.
Descarté ese pensamiento. Eran paranoias mías, seguro.
-Siéntate -Me dijo señalando un sillón.
Hice caso y me senté. Ella me dio la espalda mientras rebuscaba en su maletín. No podía apartar mi vista de sus piernas y sus caderas. Esos vaqueros le sentaban como la seda. Al principio, cuando la mirada, solo podía hacer uso de mi imaginación pero ahora sé que se esconde bajo cada centímetro de tela y puedo afirmar que es lo más maravilloso que he visto jamás.
Se sienta delante de mí y comienza a hablar.
-Me ha sorprendido tu nota en el examen y me gustaría, siempre que quieras, que me dijeses que te pasó.
-De todo -Le contesté.
-¿A qué te refieres?
-Miguel. Nosotras. Ocultar esto. Y para rematar, lo de ahora -Dije mientras nos señalaba simultáneamente.
-Paula... Ya hemos hablado de esto y te pido que lo entiend...
-No - La corté- No me pidas que lo entienda.
Me levanté y decidida camine hacía la puerta. Cuando tenía mi mano en el pomo su voz me frenó por segunda vez en el día.
-¿Vendrás a ayudar pasado mañana?
-No me queda otra.
Abrí la puerta y salí de allí lo más rápido que pude.

Alcanzar la felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora