La unión. Parte I

887 219 97
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Alise

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alise...

Reconocí la voz de Daniel, aun cuando era solo un murmullo.

Me acomodé en la cama y agradecí la ausencia de luz, pues de lo contrario, notaría que había estado llorando.

—¿Qué haces aquí? Creí que ya nos habíamos despedido—dije, pero en el fondo sentí cierto regocijo ante su presencia. Tal vez había recapacitado.

—Sí, pero no lo hicimos de la mejor manera—reconoció, sentándose al borde de la cama. Lo escruté de cerca, su figura era poco visible en la penumbra.

—No fue por mi culpa. Fuiste tú quien señaló que no éramos compatibles.

— Lo sé, pero es evidente que soy un idiota. —‹‹¡Ya dio el gran paso!›› —. No deberías hacer caso a todo lo que digo, ¿sabes?

—Te tomaré el consejo —repuse—. Ahora dime, ¿a qué has venido?

—A parte de a intentar disculparme, a estar contigo—simplificó. Fui incapaz de contener el brinco que dio mi corazón—. Espero no me prives de tu compañía. Hoy es nuestra última noche.

No tenía que decirlo, estaba muy consciente de ello, y por eso mi sufrimiento era mayor.

Su mano volvió a buscar la mía, pero esta vez su contacto estaba frío. Me replegué apenas.

—No sé si sea buena idea que te quedes.

—Por favor, Alise...—insistió, usando un tono suplicante—. ¿Acaso no has disfrutado nuestro beso?

—¿A qué viene esa pregunta? —Daniel actuaba raro. Aunque su comportamiento nunca había sido lo que se dice ‹‹predecible››—. Te consta que sí me ha gustado, y me pareció que a ti también. Al principio no te resististe mucho que digamos—Solté su mano y me crucé de brazos, en un abrazo individual.

—Aquel beso fue el acto más especial y placentero que experimenté en toda mi existencia, Alise. Pero me costó admitirlo. Sentí miedo y no supe bien cómo reaccionar, sobre todo porque nunca antes había besado a nadie—Su confesión me dejó atónita. Incluso sentí deseos de volver a tomar su mano. Pero él se me adelantó. Llevó su dorso hacia mi rostro y me acarició con sutileza la mejilla, provocando que me estremeciera—. ¿Tienes frío mi adorada?

Antes que pudiera contestar me rodeó con sus brazos y me atrajo a su cuerpo. Mi corazón colapsó ante aquella intimidad.

Su complexión era fuerte y sus músculos sólidos, en contraste con su piel delicada y tersa.

››Realmente quisiera quedarme aquí contigo —insistió, acariciando la longitud de mis brazos.

Su aroma comenzó a envolverme; era tan adictivo como una droga.

—Quédate entonces...—susurré, cediendo a sus deseos.

En pocas horas se iría y estaba latente el temor de no volver a verlo, pues hasta el mejor plan podía llegar a fracasar si el destino se ensañaba.

—Te quiero, mi adorada —declaró y, en esa ocasión, fue él quien comenzó a besarme.  

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora