El Reloj

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Leyendo se aprende. Quiero aprovechar esta oportunidad para hablar de mi relación con mi padre. Lastimosamente, el no esta aquí para leer lo que escriba. Por lo tanto,  no quiero hablar de el en pasado pues siento que eso menosprecia la idea de lo que era mi papá. Además, odio decir “el era”, y “el fue” porque para mi “el es”, y “el será”. 

Rebuscando en mi memoria trato de encontrar lo primero que me recuerdo de el. Hay tantas cosas que no se por donde empezar. Si tengo que decidir, digo que se empieza temprano, a las 4 de la mañana cuando nos levantamos para ir a la finca. La finca donde el sudó todo lo que aprendió y todas las enseñanzas que su mamá le había dejado. Como administrador de una finca tiene que estar pendiente que todo este perfecto. En este lugar, mejor conocido como Pangola, es un lugar donde tanto él como yo, crecemos y aprendemos.

Todo sigue a las 7 de la mañana los domingos. Por su insomnio y nuestra inmadurez, a esa hora ya estamos lucidos, listos para otro día. Mientras mi mama termina de soñar su quinto sueño, mi papa se encarga de subir una bandeja con cereal para que comamos antes de ir a desayunar a otro lado. Nos turnamos al elegir donde comer. Siempre hay peleas sobre a quien le toca elegir pero aprendemos a ser pacientes y a ver que a veces nos toca hablar y otras veces callar.

A las 12 o 1, se sirve el almuerzo. Mi papa en la cabecera, mi hermano en lo que llamamos “piesera”, mi mama a su izquierda, y mi hermana y yo a su derecha. Una mesa disfuncional. Nos servimos vegetales, guarnición y alguna carne. No puede faltar ningún elemento o nos servimos el doble de lo que ya tenemos en el plato. Por mas molesto que sea este habito, aprendemos a aprovechar lo que tenemos en nuestra mesa. Antes de levantarnos, hay que decir la frase que resuena en mi cabeza siempre “muchas gracias, buen provecho, ¿me puedo levantar?” es casi como el estribillo de una canción pegajosa. Supongo que esto nos ayuda a ser educados.

Poco después de la siesta, como a las 5, la típica frase suena “¡vamos a molestar a papi!” y el correspondiente grito de mi mamá “si alguien llora, no los consuelo” debido a que mas de alguien derrama lagrimas.  Mi papa haciendo el  papel del caballo rabioso  y mis hermanos siendo jinetes profesionales en controlar este tipo de situación. Tres minutos mas tarde, alguien llorando, mi mama gritando y mi papa riéndose. La vida tiene muchas faces, y tal vez se esto por el proceso de las 5 de la tarde.

A las 7 de la noche, es la hora de dormir. Vamos al baño mientras otros se lavan los dientes, mientras el otro le da las buenas noches a mi mama y mi papa nos incita a rezar con “Gracias Diosito por el día de hoy…” que hasta ahora sigue siendo la primera frase que uso al rezar. Disciplina.

La noche se hace obscura y la rutina empieza otra vez. Se hace obscura en varios sentidos. Llega la enfermedad y la angustia. De vez en cuando aparece una estrella con alguna cura pero nunca lograron ser muchas las estrellas que iluminaron el cielo. Amanece, y nada es igual. ya nadie se levanta a las 4, ya nadie nos sube el desayuno, ya nadie se sirve bien el almuerzo, ya nadie llora al montar caballos rabiosos pero todos lloran al añorar una vida bien vivida. No todo acaba para nosotros, pues siempre queda el horario que tenemos. Nos ajustamos a vivir sin un reloj y a aprender que el tiempo sana heridas pero siempre queda la cicatriz de las agujas de los años…

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⏰ Última actualización: Jan 22, 2014 ⏰

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