Cautiva. Parte II

1.2K 266 50
                                    

¿Era posible que todas esas historias, que me contaba mi madre sobre criaturas sobrenaturales, hayan sido ciertas?  ¿Que nuestro mundo había estado habitado por seres mágicos? Y, más raro aún, ¿era factible que esos seres permanecieran escondidos,...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Era posible que todas esas historias, que me contaba mi madre sobre criaturas sobrenaturales, hayan sido ciertas? ¿Que nuestro mundo había estado habitado por seres mágicos? Y, más raro aún, ¿era factible que esos seres permanecieran escondidos, viviendo entre nosotros?

Me resultaba difícil de creer. Lo más probable era que el joven sí estuviese loco, tal como mi hipótesis inicial me sugería. Pero de ser así surgía el interrogante del por qué lo habían capturado. Un loco no serviría de nada en ‹‹El Refugio›› y significaría un gasto innecesario de alimento.

Las voces de los soldados interrumpieron esos pensamientos. Empecé a ponerme nerviosa de nuevo, mientras mi incertidumbre iba en aumento.

‹‹¿Y ahora qué quieren esos tipos? ¿Verificar si poseemos algún talento que sea útil para divertir al soberano?››

Al menos yo tenía claras las respuestas. No poseía nada que ofrecer, así que me convertiría en una esclava.

Me preparé a oír lo que venían a decirnos, pero fue Daniel, el chico-ángel, quien se apresuró a hablar o más bien a gritar:

—¿Dónde están? ¿Qué han hecho con mis alas?

‹‹Así que por eso está vendado. ¡Le han robado sus alas! Sí, definitivamente está mal de la cabeza.›› Pensé.

—¡Por lo que más quieran que alguien lo haga callar! No ha parado de pegar alaridos en todo el viaje y ya está acabando con mi paciencia— rugió uno de los militares, un tipo alto y fornido. Sus ojos negros, como obsidiana, aumentaban la ferocidad sus afilados rasgos faciales. Tanto su ropa, como la forma en la que se dirigía el resto, me dieron la pauta de que era un militar de alto rango, tal vez un comandante.

‹‹¿Por qué la voz de Daniel le parece un alarido? Está gritando sí, pero suena clara, casi musical.›› Medité.

El comandante levantó el brazo, con ademán de darle un golpe, pero otro de sus compañeros lo detuvo, advirtiéndole que en pocos días llegaríamos a destino y que a Argos le gustaría ver a su nuevo ‹‹espécimen›› en una sola pieza.

—Cálmate Darius. Ya sabes que nuestro soberano lo busca hace tiempo, así que no malgastes en él tus energías y piensa que cuando lo llevemos tendrás tu recompensa—insistió su compañero.

Sus palabras dejaron a Darius más tranquilo, aunque no del todo convencido. Le advirtió a Daniel que no quería oírlo por el resto del viaje o sufriría las consecuencias.

—No siempre va a estar Marco para evitar que te dé tu merecido. ¡Así que cierra el maldito pico! —amenazó, destinándole una iracunda mirada.

El joven también lo miró fijo, en actitud desafiante, pero aun así obedeció.

Después Darius se volvió hacia mí y me examinó, por vez primera, con detenimiento.

—¿Qué tenemos aquí? —Se acercó mientras yo me replegaba. No iba a dejar que ese animal me tocara—. Me había olvidado que también te habíamos traído con nosotros—añadió —. ¿Cuál es tu nombre muchacha? ¿Vives en alguno de estos poblados destruidos?

Al principio me negué a responder y él se enfureció. La ira era parte vital de su temperamento.

— ¿Qué pasa? ¡¿Acaso eres sorda, muda, o no entiendes lo que digo niña?! ¡Responde! —exigió.

—Mi nombre es Alise... y sí, vivo en ‹‹Las Ruinas››— me limité a decir.

— ¿Conoces a ese joven, Alise de ‹‹Las Ruinas››?—se mofó.

Daniel se mantenía expectante. Podía notar la tensión en su mandíbula.

—No, jamás lo había visto—admití con sinceridad.

—¿Por qué estabas en ese lugar tan alejado?—continuó indagando, mirándome con fijación. Parecía que iba a ser absorbida por aquellos ojos oscuros, como pozos sin fondo. Era intimidante y su interrogatorio resultaba incómodo.

—Había ido en busca de alimento. La comida en mi hogar ha escaseado hace tiempo—mentí, al menos de manera parcial. Pero era una falacia admisible considerando mi situación... o eso creí.

—¿Y por qué intentabas ahorcarte?

‹‹¡Rayos!››

—Decidí que lo mejor era acabar de una vez con mi vida al no encontrar nada que comer. Ya no tenía fuerzas para nada más —expliqué a mi pesar, confesando parte de la verdad. Odiaba verme vulnerable ante ese tipo.

—Bien.—El soldado se rascó su cabeza castaña, pensativo—. Esperaremos llegar a ‹‹El Refugio›› y oír lo que ‹‹Mi Señor›› dictamina. —‹‹Mi Señor›› Darius tenía una forma melosa de decir aquellas palabras que me hizo pensar que era el perro faldero de Argos—. Por lo pronto, que se bañe y aliméntela—ordenó recuperando su tono de autoridad, al dirigirse a sus subordinados.

—Sí, mejor que engorde un poco y adquiera algo de fuerza. Ya sabes que siempre se necesitan nuevos esclavos— agregó Marco y esbozó una sonrisa lobuna, que hizo que mi estómago, por completo vacío, sufriera fuertes espasmos y no por hambre.

Aunque era una cuestión de lo más evidente, la confirmación de mi finalidad en aquel lugar me dejó conmocionada.

Sin embargo, nada podía hacer para cambiar mi destino. Estaba encadenada y sola, en ese tren que me llevaba hacia una muerte aun peor. Pero, al menos, no me había vuelto loca como ese joven.

‹‹¿Quién sabe qué harán con él cuando lleguemos?›› reflexioné. Fue entonces cuando recordé las palabras del soldado: ‹‹El rey lo busca hace tiempo›› Pero ‹‹¿para qué quiere Argos a un loco? A menos que no esté tan loco como pienso.››

La cabeza me daba vueltas y eso, en parte, tenía que ver con el hecho de que no había comido nada por días, pero no debí esperar mucho. Una de las órdenes de Darius había sido que me alimenten, así que, en breve, un plato con abundante comida, junto con un jarro de agua ‹‹límpida››, fueron arrojados hacia el lugar donde mis encadenadas manos se apresuraron a agarrarlo como el tesoro más preciado.

Aun sabiendo cuál sería mi fatídico final, las ansias por saciar mi hambre pudieron más y por ese instante experimenté algo parecido a la felicidad.


Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora