012 | Incivil

669K 64.9K 59.2K
                                    

MALCOM

—¿Disculpa? —inquiero con incredulidad, aún con la mano sobre el pomo de la puerta. ¿Quién es este sujeto y por qué acaba de entrar a la casa sin autorización alguna?

—Lo siento, ¿dónde están mis modales? —ríe antes de acercarse y tender una mano en mi dirección—. Soy Gabe, Gabe Hyland —se presenta sin quitar la sonrisa con exceso de galantería de su rostro.

Mi mirada se traslada de su mano extendida hacia mí hasta sus ojos. No voy a estrecharle la mano a este tipo, mucho menos cuando acaba de irrumpir en una casa ajena con demasiada seguridad.

—Hola, Gabe —se entromete la cría y corre a tomar la mano que el extraño sigue tendiendo en mi dirección—. Mi nombre es Zoe, con Z —aclara sacudiendo uno de sus dedos—. Y esa es mi rata, Ratatouille —presenta haciendo un ademán al roedor.

—Suficiente con las presentaciones —interrumpo tomando por los hombros a la niña y tirando de ella hacia atrás, porque en verdad no confío en este extraño—. ¿Por qué estás aquí? —interrogo, y el castaño arquea una ceja divertido.

—Ya te lo dije, hermano —me recuerda el sonriente compulsivo poniendo perezosamente ambas manos en sus caderas—. Busco a Kansas.

No me gusta que me trate con tanta confianza, como si fuéramos amigos desde hace años cuando en realidad lo conozco hace menos de dos minutos.

—En ese caso, ya me encontraste, Hyland —dice una voz a mis espaldas.

Kansas aparece con los guantes de hule puestos por el umbral de la puerta de la cocina, sus labios se curvan en una genuina sonrisa al ver al desconocido y la observo por unos segundos en silencio. En los pocos días que llevo aquí, jamás la vi sonreír de ese modo, de manera tan espontánea y natural. Sus ojos parecen brillar para complementar la albricia que parece traerle ver el extraño. Y no sé exactamente por qué, pero me desagrada el hecho de que este tipo sea la causa de eso. Desde que llegué, ella no ha sido capaz de tratarme ni con la más mínima calidez.

Entiendo su enojo por las cosas que dije, pero no puede culparme por ser honesto. ¿Y esa sonrisa que le curva los labios? Lo más cerca que estuve de recibir una de esas fue... nunca.

—Rayos, centellas y hamburguesas —silba el castaño observándola de pies a cabeza—. Jamás pensé que te crecerían los pechos.

Automáticamente le tapo los oídos a Zoe. ¿Qué clase de ordinario es?

Kansas se ríe y por primera vez noto que está mínimamente avergonzada, no solo se le ruborizan las mejillas, sino que cuando se acomoda un mechón de cabello, me percato de que sus orejas también están rojas.

—No puedo creer que seas tú, pedazo de idiota —se sincera la hija de Shepard.

El vagabundo, porque así debería llamarse por llevar la ropa sin planchar y ser dueño de una barba mal afeitada, no me da la mejor impresión. Parece agradable, demasiado agradable, hasta el punto en donde se torna desagradable.

—¿Pensabas que no iba a volver, nena? —pregunta. Se acerca y envuelve sus brazos alrededor de la cintura de ella.

¿Por qué le dice nena? Es un apodo absurdo y de mal gusto, además de ser tan vulgar como este sujeto.

Kansas le da un suave codazo en las costillas para que se aleje, pero no puede parar de lucir alegremente sorprendida.

—Gabe, luces... —le dice la castaña escudriñando su rostro en detalle, pero la interrumpo.

—¿Debería cerrar la puerta, no? —inquiero intercalando mi mirada entre ella y él. Mis ojos se encuentran con los de Kansas y le hago una pregunta silenciosa: ¿se va a quedar?

TouchdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora