Capítulo 36: La broma

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Derek

Despierto cuando siento un fuerte golpe en la entrepierna. Ruedo por la cama agarrando mis partes nobles.

—Maldito hijo de perra. —gruño y fulmino a Max con la mirada.

—No seas niña y muévete, llegaremos tarde al entrenamiento. —abre mi armario y me tira una camiseta a la cara.

—¿Cómo diablos entraste? —pregunto mientras intento erguirme.

—La puerta de entrada estaba abierta.

—Pero...

—Ya ¿a quien le importa? Vámonos de una vez. —me interrumpe y empuja hasta las escaleras.

—Pueden empezar sin nosotros. —me encierro en el baño y lo escucho quejarse a la vez que abre la nevera.

—Eres el jodido mariscal. ¿Acaso quieres que el entrenador te saque del equipo?

—Me haría un gran favor. —bufo y mojo mi rostro.

—¿De qué hablas D? Pareciera que quieres abandonar el equipo.

—Olvídalo, no es nada. —suspiro.

—Oye D, aquí hay un sobre para ti.

—¿Qué? —salgo del baño y me acerco hasta la encimera de la cocina, Max levanta el pequeño sobre en el aire para mostrármelo.

Con el ceño fruncido abro el sobre y saco primero un papel escrito por mi padre.

Una pequeña motivación para que ganen el campeonato.

                                                                                     Papá.

Doy vuelta el sobre y de éste cae en mi mano un pequeño auto, lo observo extrañado y a continuación lo presiono, provocando que un sonido provenga desde el garaje. Miro a Max que me observa algo sorprendido.

—¿De quién es? —me pregunta con ansiedad.

—De mi padre. Está extorsionándome. De nuevo.

Max me quita la llave de la mano y camina hasta la salida.

—Vamos, veamos qué te regaló esta vez.

Tomo las llaves del garaje y sigo los pasos de Max, una vez afuera presiono el botón que hace que la puerta del garaje se eleve y al ver lo que hay dentro mis ojos se abren como platos.

—¡Oh por Dios D! —grita Max tomándose la cabeza sin creerlo—¡Un Bugatti! ¡Acaban de regalarte un jodido Bugatti!

Miro el nuevo Bugatti Veyron estacionado en mi cochera sin poder creerme que sea para mí. Muchos podrán quejarse cuando los padres compensan la falta de afecto con cosas materiales, pero al ver esto realmente no puedo replicar.

—Oye viejo, por favor adóptenme.

—No me digas que estás quejándote de tu nuevo Camaro. Ni siquiera ha salido a la venta y tu madre ya te ha conseguido uno.

Me acerco a él y tomo la llave de mi nuevo auto para subime a éste.

—No, pero no puedo competir con tu nuevo Bugatti. —responde sentándose en el lugar del copiloto.

—Amigo, con o sin Bugatti. Nunca podrás competir conmigo. —me burlo y doy marcha al motor.

Una sonrisa se forma en mi rostro al oír el rugir del motor y salgo a toda velocidad en dirección el instituto. Maldigo a la idiota de Trish por haber hecho que los entrenamientos oficiales sean los sábados a la mañana.

Pagaran por lo que hicieronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora