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Hace tiempo, cuando estaba en primero de secundaria, tenía una mejor amiga a la cual conocía desde primero de primaria. RIP a esa bella amistad, por cierto. Así que de vez en cuando me quedaba a pasar la noche en su casa y nos dormíamos a la hora que nos diera la gana.
Un día estábamos las dos componiendo la cama de su mamá y mientras platicábamos de cosas de la escuela. Decidimos sacar el tema del chico que nos gustaba.
Y tuve que abrir la bocota...
—Pues a mí me gusta... (No escribiré su nombre por la pena que tengo).
Fue el error más grande que pude haber hecho; ella se empezó a reír y al principio yo no entendía por qué lo hacía. Hasta que abrió la boca.
—Él es mi novio.
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Juro que el alma se me salió del cuerpo. Sólo pude esbozar una sonrisa nerviosa y en ese momento agradecí mentalmente a todos los entrenamientos que tuve con mis padres para poder mentir con rapidez y que sonara verídico.
—Ehm... Sí, ya lo sabía. Sólo lo había dicho para ver cómo reaccionabas. Sandra me había dicho de ustedes.
Sandra es otra amiga.
Ella alzó una ceja y asintió. Agradezco al cielo que se la haya creído, porque al día siguiente en la escuela me llevó con su novio a contarle lo sucedido.
No me quedó más que sonreír y fingir que me estaban llamando.
