Mí dulce zorrito

4.3K 298 30
                                        

Naruto Uzumaki Pov

Tan solo observe atentamente su sádica mirada, acompañada de esa sonrisa retorcida que tanto me prendía, mientras camina a mi alrededor con supremacía y un deje de altanería, siendo sus pasos lentos y marcados haciendo eco en la habitación o como él lo llama “El área de juegos”. Me mira disfrutando el contemplar mi cuerpo lleno de moratones, arañazos y una que otra pequeña herida, nada demasiado grave, aun así mi aspecto era lo que él consideraba “su obra”, una obra a la cual disfrutaba componer y descomponer cada que se le diese la gana añadiendo detalles.

Jadeante le miro de soslayo apreciando como juguetea con aquel fuete de manera tan seductora antes de lamerlo un poco, enrollando su larga lengua en el como si no le estuviese viendo, para después colocarse tras de mí y deslizarlo desde mi nuca hasta mi espalda baja, haciéndome gemir y provocándome un ligero escalofrió que me eriza la piel por completo hasta arquear la espalda, llevando mi cabeza hacia atrás.  

Su negra mirada se cruza con mis ojos, sumergiéndome en un mar de placer desbordante, que nubla mis sentidos dispuesto a rogar por más. Separo los labios y aprovecha para colocarme una mordaza en forma de pelotita, que amarra fuertemente.

—Has sido un zorrito muy malo —finge lastima, colocando dramáticamente su mano sobre la frente—. Por eso tendré que castigarte.

Realmente he sido muy malo, por lo que me remuevo inquieto, sintiendo sus grandes manos posarse sobre mis hombros desnudos, deslizándose por mis brazos, mientras acerca su rostro a mi cabeza aspirando fuertemente mi aroma. Desesperándome más de lo que cree, estoy ansiando su castigo, jadeo por sentir su suave y frustrante tacto. No quiero que sea suave, no quiero mimos, no quiero dulces palabras ni tratos gentiles. Mi mirada aburrida le hizo fruncir el ceño y sonreí complacido, me encanta molestarle, quería que se enojara, amaba ver esa cara de enfado desmedido y esos ojos que parecían volverse rojos al momento de golpearme, me excitaba su sadismo, “Domíname, castígame y márcame como solo tú sabes hacerlo” suplique con la mirada vidriosa.

Inquietante, fascinante y enfermo a la vez, tal vez demasiado, igual no me importa, amaba que me dominara, que me indujera a un placer desmedido, rudo, cruel y duro, que me ahogara en ese mar de sensaciones combinando el más infinito placer acompañado de un dolor excitante. Duro, rudo y frio como él, como sus expresiones tan altaneras y llenas de prepotencia. Enfermo porque me dejo rebajar y humillar ante él como si fuera cualquier cosa. Enfermo por embriagarme en el éxtasis hasta rosar la demencia cada que levanta su mano contra mí, cada que me obliga a hacer algo nuevo contra mi voluntad, para al final acabar jadeante como una ramera cualquiera, después de que me folle asta sentir que me parte en dos, dejando su esencia dentro de mí.

Un juego peligroso en donde él manda y yo simplemente obedezco moviendo la cola como si fuese una mascota, su mascota, una que disfruta ser amarrada y castigada… enfermo, anormal… ¿por qué? Si para mi es tan común llamarle “mí amo”. Tal vez nunca me entiendas, después de todo no busco que lo hagas, ya que lo único que espero es el placer que su cuerpo y acciones me proporcionan.

Atentamente le miro, aquel traje gris perfectamente enfundado en su cuerpo, me provoca verle desnudo y divertirme… mejor dicho que se divierta conmigo, que haga lo que le plazca con mi cuerpo. Me mira y su sonrisa se ensancha mientras se despoja del saco y corbata, abriendo los tres primeros botones de su camisa, dejándome contemplar aquel perfecto pecho que ansió tocar y recorrer con las yemas de los dedos sintiendo su exquisita textura.

Suavemente me remuevo ansioso escuchando el tintineo de las cadenas al moverse, las cuales apresan mis muñecas limitando mis movimientos. Maldito enfermo, pienso y sonrió con arrogancia soltando un agudo gemido ahogado cuando me ha golpeado con el fuete justo en la espalda baja. Lástima que no puedo gritar como me plazca debido a la mordaza. Siento mi piel arder y mi erección aumentar al mismo tiempo que siento otro golpe hasta que me respiración se vuelve irregular, abro la boca, pero el aire no me entra, desesperante y excitante a la vez.

Mi dulce zorritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora