Desesperación. Parte II

2.1K 328 75
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tengo la reminiscencia de un día de requisa en particular cuando mi madre y yo merodeábamos cerca del tren, en busca de algo para comer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tengo la reminiscencia de un día de requisa en particular cuando mi madre y yo merodeábamos cerca del tren, en busca de algo para comer. Ese día lo vi soportando malos tratos por parte de los crueles soldados.

Al principio, cuando el joven bajó de la locomotora, creí que era uno de ellos, porque estaba aseado y mejor alimentado que nosotras, pero luego observé la forma en que los guardias lo maltrataban, tras haber dejado caer en un descuido una bandeja con alimentos. Me percaté entonces de que estaba equivocada.

‹‹—¡Pobre joven!—había expresado mi madre acongojada—. Lo más probable es que su familia lo vendiese a los guardias a cambio de comida.››

Aquellas palabras habían hecho que mi sangre se helara por completo.

‹‹—Inepto— había gritado el soldado —. Ahora no vamos a poder comer. ¡La charola ha tocado el suelo de este lugar inmundo! ¡Déjala ahí, que sirva de alimento a las ratas! Si es que todavía queda por aquí alguna.››

Lo cierto es que no quedaba ninguna, ya que hacía tiempo que las habíamos cazado y también era verdad que ese día íbamos a saciar nuestro apetito. Pero ese privilegio estaba próximo a acabarse, porque la tarea de esperar a los soldados que salían a requisar la zona, era cada vez más rápida.

En el lugar donde vivía ya no quedaba nada, ni nadie, de gran valor y utilidad. Hacía mucho que los hombres fuertes se habían ido para combatir en las guerras para ganarse su lugar en ‹‹El refugio››, los ricos lo habían comprado y a aquellos con talento se los había llevado el tren. Solo quedábamos algunos pobres y mal nutridos, sin nada de interés que ofrecer, salvo nuestra libertad.

Después de aquel encuentro con el esclavo, me había informado sobre el tema.

Nuestro antiguo hogar había sido destruido en un bombardeo, así que mi madre y yo habíamos construido el nuevo en el sitio que alguna vez fue la gran biblioteca de nuestra ciudad. Así que, aunque no podíamos llenarnos el estómago con comida, al menos podíamos nutrir nuestras mentes con historias— ninguna comparable con las que me narraba mi madre eso sí, que eran más mágicas que realistas— Aquellos libros reflejaban la Historia, el estilo de vida y las costumbres de nuestra civilización. Hablaban de arte, medicina, cultura, pero sobre todo, había libros sobre estrategias de guerra, luchas por el poder y esclavitud, obviamente.

Místicas Criaturas. El RefugioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora