Una cosa lleva a la otra

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Cincuenta monedas. La bolsa no es tan pesada como parece, no sé para qué tanto escándalo con este nuevo metal. Incluso puedo correr por el callejón sin problemas. El único drama es el ruido. No tintinean, pareciera que cantan, las muy perras. Logro desviarme, a tiempo de ver desde una azotea cómo llega una traffic negra, de la que salen diez, veinte uniformados que se desplazan en todas direcciones. Me quedo quieto y los observo, con las pelotas en la garganta por el miedo. Entonces un pensamiento estúpido me da ganas de reír. Es que me hacen acordar a la nave nodriza de una película de extraterrestres con cascos naranjas que se movían igualito, igualito.

Es una suerte que estos tipos no se molesten en mirar hacia arriba mientras salto al edificio del lado. Benditos amaneceres tóxicos, con su niebla amarilla, su perfume a mierda y su vapor eterno. Bendita contaminación del siglo veinte.

Sigo camino, bajo la velocidad y me quito la capucha. Intento confundirme con los estibadores del puerto, voy y vengo mientras cargo la mercancía y la dejo por cualquier parte, con tal de seguir al otro extremo del muelle.

El sol intenso disipa las emanaciones tóxicas de la madrugada, la frescura del aire marino me revuelve el cabello verde. Allí está, esperándome en el bote. Me subo, disimulando mi ansiedad, y me alejo con los remos lo más rápido que me permite mi cuerpo cansado. Adiós a la fragancia de primavera artificial de la metrópolis. Venga la mierda de los suburbios. Bienvenida, Libertad.

—¿Me estás diciendo mierda de los suburbios? —grita ella, ofendida, cuando cruzamos el río pestilente.

—No, cariño. Estaba pensando en voz alta. Decía que es mejor la realidad de la mugre en que vivimos, antes que...

No me doy cuenta del error en la elección de palabras, hasta que veo su rostro desencajado.

—¿Mugre? —murmura—. ¿Acaso te arrepientes de venir conmigo? Todavía estás a tiempo de volver a esa vida cuadriculada que llevabas. Regresa, antes de que te denuncien los del banco.

Me detengo en mi actividad con los remos para mirarla a los ojos rosados y acariciar su cabello plateado. Es preciosa, me digo. Insoportable a veces, pero vale la pena tenerla conmigo.

—Libertad. Por favor. No discutamos esto otra vez. Ya dije que lo hacía por mí, no por ti.

A ella se le escapa un sollozo. Es tan sensible.

—Está bien, te entiendo. Lo siento, me puse nerviosa y empecé a divagar.

—No hay problema, cariño —aseguro, mientras sigo haciéndonos avanzar.

El amanecer de nubes irisadas, en colores cambiantes por el efecto de tantos químicos en el aire, nos recibe con promesas de un futuro lleno de nosotros. De nadie más que nosotros.

En eso, la escucho hablar de nuevo, mientras el sonido del líquido se escurre entre los remos.

—Desafío —me llama, enternecida.

—¿Qué pasa?

—Te quiero.


+++

Bueno, me colgué con un par de vasos de fernet y algunos videos de Mac Miller (Of the Soul y Avian, en particular). Miré las palabras que tenía el Reto Tahisiano de diciembre, recordé las conversaciones de locos que tenemos con mi novio y me dije «¿por qué no?».

Relato escrito con el bloque D, de palabras a incluir sin importar el orden: 1. Cincuenta / 2. Frescura / 3. Naranjas / 4. Primavera / 5. Contaminación / 6. Fragancia / 7. Nodriza / 8. Perfume / 9. Monedas / 10. Vapor. Gracias a Tahis por los disparadores creativos, estoy feliz de haber participado todos estos meses.

Feliz año nuevo, que el 2017 les traiga nuevos desafíos y mucha libertad.

El fantasma en mi tinteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora