Sobre las ocho y media salí de casa empezando a caminar hacia la de Sam. Habíamos quedado a las nueve y media, pero así me daría tiempo a tomar el aire y relajarme antes de ver a sus padres. Cuando estuve delante de la puerta de su casa miré mi reloj, las nueve en punto.
No sabía si picar, si no picar, si esperarme, si llamar a Sam o no sé. Las manos me empezaron a sudar.
Alcancé a coger mi teléfono móvil y abrí la aplicación de whatssap.
‘’Estoy fuera. ¿Qué hago?’’ escribí rápidamente, a lo que ella me respondió dos minutos después.
‘’Ahora bajo a abrirte’’
Me tranquilicé al leer eso. Por lo menos no sería una situación tan incómoda. Es decir, esto ya de por si era incómodo pero si a eso le añadíamos el hecho de que sus padres tuvieran que abrirme la puerta y presentarme ahí mismo pues lo hacía más aún.
Tres minutos después de recibir el mensaje oí como la puerta se abría. Y detrás de ella aparecía Sam con una enorme sonrisa.
Se la correspondí, mientras me dejaba pasar al interior de la casa.
No me atreví a saludarla como siempre, dejándole un beso en los labios. Me limité a ver como cerraba la puerta y cogía mi mano para conducirme hasta el comedor.
Tragué saliva sonoramente cuando vi a sus padres sentados sobre el sofá, en una pose muy estricta y recta.
La madre de Sam se levantó al instante, acercándose a mí y dejando dos besos en mis mejillas.
-Vaya, hacía tiempo que no te veíamos por casa, ¿Qué tal todo? –Preguntó-
-Genial, gracias por preguntar. –Dije algo nervioso, mientras sonreía de lado-
Vi de reojo como el padre de Sam se levantaba del mullido sofá rojo, y se acercaba a mí con pose altanera. Se me heló la sangre, y además, podría decirse que se me pusieron los huevos de corbata.
Pero en vez de saludarme como lo habría hecho normalmente –apretón de manos y saludo seco- me dio una palmada en la espalda, acercándome a él en un abrazo algo casto.
-¡El pequeño Leo! Vaya, estás hecho todo un hombre. –Exclamó, dándome otra palmada en la espalda que me movió del sitio-
Joder, eso había dolido.
Me limité a sonreírle mientras miraba como Sam se mordía las uñas. Elevé una ceja en su dirección, y ella automáticamente paró de mordérselas y vino a mi rescate.
-Prepararemos la mesa. –Dijo fugazmente con una sonrisa, mientras me cogía de la mano y me guiaba hasta uno de los comedores de la casa-
Me permití inspirar y expirar un par de veces cuando ella cerró la puerta del comedor, quedándonos solos en la espaciosa sala.
La vi acercarse a mí con una sonrisa, y colocó sus dos manos en mis mejillas, dejándome un beso en mis labios. Se lo correspondí con ganas. Me hacía falta algo así en este momento para clamar a mis nervios inquietos.
Pasé mis manos por su cintura, apretándola más a mí. Y ella pasó las suyas por mi cuello, acariciándolo lentamente.
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Los encantos de Sam (EN PAUSA)
Teen FictionNo sé cómo, pero creo que me he enamorado. De mi mejor amiga.
Día 37.
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