4: Las mañanas

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Harry odiaba despertarse un sábado por la mañana. Habían tantas horas para dormir y no soportaba perderlas haciendo cualquier otra cosa. Solo le ocasionaba migraña y lo único que podría curarlo era una buena taza de café.

Pero no pudo negarse a seguir a su mejor amiga, Camila, cuando esta llegó a su casa bien temprano y lo sacó a rastras para que la acompañara a una cafetería en donde ella aseguraba que había una chica perfecta para él.

—¿Cómo sabes que va a estar allí?—preguntó con un bostezo, mientras su amiga lo tiraba de la mano.

—Llevo semanas mirándola en la misma mesa y a la misma hora. Créeme, va a estar allí y vas a ver lo linda que es—aseguró con una sonrisa en sus labios que Harry sabía interpretar, aunque también le pareciera divertido como Camila estaba stalkeando a la chica.

Camila estuvo todo el camino diciéndole como la linda chica de la cafetería parecía ser una artista y se la pasaba dibujando todos los días, al igual que Harry, y también que la chica llevaba una mochila de Harry Potter cuando él amaba esa saga de libros. Y no era únicamente porque el protagonista tuviera su nombre.

En otras palabras, Camila estaba diciéndole todas las cosas que esa linda chica y él tenían en común para que pudieran salir juntos.

Y Harry no planeaba hacer ningún movimiento. Escuchando la forma en la que Camila hablaba de esa chica—prácticamente con unos corazones en los ojos—lo convenció de que lo mejor sería ayudar a su amiga a tener las agallas de acercarse a hablarle a esa chica.

Cuando llegaron al local fueron a sentarse en una mesa que Camila parecía haber escogido estratégicamente. Harry se pasaba las manos por el cabello, aún medio dormido, mientras que Camila daba miradas sigilosas alrededor del la cafetería.

—¿Puedo ir a comprarme un café?—preguntó el chico, apoyando la barbilla en la palma de la mano.

—¡Espera! Primero quiero que la veas—respondió su amiga tajantemente, mirando hacia los lados—. Te juro que vas a amar sus ojos verdes, son perfectos.

Harry sonrió, sabiendo que lo que decía su amiga no era algo que él podría llegar a pensar, sino que era lo que Camila opinaba de la chica misteriosa. Pero Harry no quería esperar, quería tomar cafeína.

—Pero Cami-

—¡Allí está!—repentinamente Camila se hundió en su silla, con las mejillas rojas.

Harry miró fugazmente como una chica de cabello oscuro y unos claros ojos esmeraldas—con una chaqueta y una bufanda—entraba en la cafetería y se dirigía a una mesa que casualmente se veía perfectamente desde donde ellos dos estaban sentados. Camila tenía razón. La chica misteriosa era muy linda y llevaba un cuaderno de bocetos que abrió en la mesa para empezar a dibujar.

—¡No la mires tan fijamente, Harry!—sintió un golpe en el brazo y miró a su amiga. Camila se ocultaba bajo el gorrito de lana que llevaba—. ¿Nos está mirando?—preguntó, mirando disimuladamente.

—No. Ni parece saber que estamos aquí—comentó.

Camila suspiró de alivio y se incorporó en la silla, aún lanzando miradas rápidas a la mesa de la chica artista.

—¿Y qué te parece?—preguntó, ansiosa.

Harry volvió a mirarla y sonrió al ver la mochila en azul y bronce de Ravenclaw en la mesa de la chica, que parecía sumida en el dibujo.

—Es linda y me gusta la mochila—dijo, volviéndose a su amiga.

Camila asintió felizmente y miró a la chica.

100 historias de amor (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora