Capítulo 32

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—Me temo que no pueden entrar, está descansando —despierto estrepitosamente al escuchar el sonido de algo caer al suelo y al levantarme encuentro a Henutsen tirada.

—¿Qué sucede aquí? —me acerco en camisón hacia mi nana y le ayudo a levantarse después de ver que se encuentra bien—. ¿Nana...?

—Estoy bien mi niña —me sonríe acariciando mi mano.

—La reina Nea ha ordenado su detención y ha solicitado que sea llevada al salón real —me toman los brazos detrás de la espalda mientras me sacan de mis aposentos.

En el pasillo me encuentro con Tarik y Tau, este último al verme intenta avanzar pero su hermano se adelanta.

—¿A dónde la llevan? —intenta acercarse a mí pero los guardias le cierran el paso.

—Lo sentimos alteza, pero su madre nos dio órdenes estrictas de que nadie puede acercarse a ella.

—¿Zaya? —alza una ceja Tau pero niego.

Me llevan por el pasillo y antes de perder de vista a los chicos encuentro a Henutsen hablando con Tau pero no logro percibir alguna otra cosa ya que lo pierdo de vista.

—Pero en qué problema te has metido ahora mi pequeña flor salvaje —susurra Tarik divertido rozando levemente mi mejilla con sus dedos mientras sonríe.

—Solo espero el momento en el que te llegue tu hora de visitar a los dioses —susurro con odio haciendo que Tarik pierda la sonrisa—. Me encantaría estar ahí para ver el peso de tu alma y tus actos y apreciar cómo se inclina más de un lado la balanza y tengas que pagar por todo lo que has hecho.

Mis palabras no le hacen gracia y sin ninguna otra palabra me deja.

Avanzo por el pasillo encontrándome con uno que otro sirviente. La mayoría no los conozco así que me limito a seguirles el paso a los guardias sin mirarlos demasiado.

—Zaya —alzo la mirada al escucharlo y veo a Aris con los ojos anegados en lágrimas.

Entramos a la sala del trono y es tanta la fuerza que emplean para hacerme avanzar que soy arrojada al suelo. Al alzar la vista veo a Nea en su trono.

—Hasta que por fin apareces —sonríe con sus labios rojos como la sangre—. Pero que problemática muchacha resultaste ser querida Zaya.

Veo a Tau aparecer a un costado con el rostro tallado en granito. Es tan imperceptible en su rostro, que si no lo estuviera viendo fijamente pasaría desapercibido el leve temblor en su barbilla.

—Veras querida niña que el día de hoy me entere que mis sumos sacerdotes curan niños de la calle —dice seria levantándose—. Imagínate la gran sorpresa que me lleve al saberlo y por si fuera poco también me enteré que en una de las cabañas que tengo destinada a mis mejores guardias está infestada de niños de la calle. Claro, no tarde mucho en adivinar quién pudo haber sido, pero debo decirte pequeña Zaya que no me gusta tener ratas viviendo en mi palacio. Te lo advertí una vez y perdone tu vida, pero, ¿una segunda? Creo que eso no lo voy a tolerar. No tendré piedad esta vez, sufrirás tu castigo ya de ti dependerá el sobrevivir por tu propia cuanta y no a expensas de uno de mis hijos.

—No les hagas daño Nea, solo son niños —digo mirando a la mujer quien ya se ha vuelto a colocar en el trono.

—Pensaba abandonarlos —se encoge de hombros despreocupada—. Pero ahora que lo pienso mejor, creo que van a morir contigo.

—Ellos no tienen nada que ver —niego—. Yo los traje aquí, yo los estuve alimentando con tu comida. Yo soy la culpable, no ellos. Por favor, no les hagas nada.

—Serán azotados —sonríe despiadadamente tomando su copa—. Todos.

—No —me adelanto un paso—. Si tienes que azotar a alguien, es a mi, no a ellos.

—No puedes azotarla, dentro de dos días es la ceremonia del desfile —interviene Tarik apareciendo aunque no me  sorprendo, al fin y al cabo tiene que aguardar apariencias aunque creo que lo dice más porque no quiere que maltraten a su premio.

—Se harán los azotes he dicho —gruñe Nea—. Contigo me basta ahora que lo pienso. Me va a dar más placer ver cómo te retuerces de dolor sin poder hacer nada. Pero en verdad quiero que esos niños desaparezcan de mi reino.

—Me encargaré de ellos pasando el desfile —prometo sin nada más que poder decir más que aceptar mi destino.

—Me parece bien, pero recibirás 50 azotes mañana en la plaza a medio día —sentencia—. Si pasando el desfile y al día siguiente los vuelvo a encontrar, los mato. Ahora, llévenla a sus aposentos.

Casada con el faraón. [J. R. 1]  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora