Diez - La boda

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 La semana pasó rápidamente con las visitas diarias de Blas a casa. El tiempo con él pasaba volando, realmente estábamos hechos el uno para el otro en asuntos del corazón y me alegraba que lo hayan puesto en mi camino; la verdad era que necesitaba ser querida de esa manera.

 Le mencioné el casamiento de mi hermano pero casualmente para esas fechas estaría bastante ocupado ya que a la semana siguiente sería el lanzamiento oficial de su nuevo libro. De cierta forma sentí un gran alivio de no tener que lidiar con incómodas presentaciones con mi familia. Además Noel estaba invitado, era prácticamente un integrante más. Sin embargo seguía sin recibir noticias suyas luego de la última vez que lo encontré cuando fuimos a bailar. A veces me respondía los mensajes con monosílabos o respuestas con no más de tres palabras, quise dejarlo descansar de mí, quizá finalmente se había hartado de mi presencia y nuestras constantes peleas, era lo mejor para los dos, tal vez así dejaría de pensar en él.

                          *******

 Me despedí de Sasha, Sebastián y Blas el viernes apenas terminé de trabajar, vacié mi bolso que llevaba a las partidas de póker con algo de nostalgia y coloqué alguna que otra prenda para usar ese fin de semana. El beso con Blas fue larguísimo, no es que me incomodara, para nada, pero su contacto ya no me producía lo mismo que en los primeros días de nuestra corta relación; quizá realmente había aprendido algo en todos esos años bajo la tutela de mi amigo.

 Cargué las cosas en mi chatarra que se quejó cuando quise encender el motor, hacía unas cuantas semanas que no lo usaba, estaba gruñona porque no la llevé a pasear, le hice un par de mimos mientras le hablaba y arrancó.

 El viaje duró tres horas, hice dos paradas para intentar hablar con Noel, pero no recibí respuesta, ya no le iba a insistir más, si no quería hablar conmigo por alguna razón quizá debía dejarlo así.

 Las calles asfaltadas habían dejado de existir varios kilómetros atrás, como así también los imponentes edificios y el ruido de mi querida ciudad, el paisaje era completamente verde, las calles de tierra salpicaban mi parabrisas cubierto de insectos que habían pasado a mejor vida. No pude sintonizar más que una radio que hacía mucho tiempo no escuchaba, seguía el mismo locutor que la última vez que estuve en el pueblo.
Una vez que llegué a la entrada de la casa de Pablo, me bajé del coche porque la bocina solo emitía un leve quejido parecido al mugido de una vaca moribunda, además estando en el medio del campo no había timbre, así que tuve que aplaudir para que alguien saliera a abrirme el portón.

 Mi hermano Pablo salió corriendo a mi encuentro, abrió de par en par la gran puerta y me abrazó dándome vueltas mientras mis pies no tocaban el suelo.

— ¡Chiquita, no te esperaba hoy! Pero me alegra tanto verte. Dios, cómo te extrañé – dijo sin soltarme — ¿Quién dejó esa porquería estacionada en la puerta de mi casa? – estaba mirando mi coche.

— Esa porquería es mi auto – dije bajándome – se merece un poco de respeto y yo también te extrañé. Tengo tanto para contarte. ¿Y la bruja? – frunció el ceño.

— Se llama Marisa y no es una bruja, es la mujer perfecta para mí y está preparando la cena, no sabes lo rico que cocina, ya lo verás. Vamos adentro, entra tu coche, no vaya a ser que alguien quiera llevárselo – dijo y se largó a reír.

Pablo llevaba mi bolso sobre su hombro y me sostuvo la puerta de entrada para pasar, la encontré a ella, la que había conquistado el corazón de mi hermano favorito, muy sonriente mientras revolvía algo en una olla que olía francamente delicioso. Limpió sus manos en el delantal que tenía atado a su diminuta cintura y se acercó a abrazarme, me quedé dura ante su reacción, pero la abracé también, mi hermano sonreía como tonto mientras nos observaba.

Incandescente - Parte de mí {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora