105. Max

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Llegué al bar de Bob en punto de las siete. Era el día de mi gran oportunidad. 

—Tenemos media hora para prepararnos —me dijo Sam, guardando el cronómetro.

Primero lo primero... —¿Cuánto tiempo hice esta vez?

—Once minutos.

Alcé mis brazos sintiéndome victorioso.  —Mi tiempo vale oro, gordo —festejé. 

—Eric, hace siete —dijo él. 

Mi ánimo se desinfló como un globo. —¿Estás de su lado o del mío?

Sam suspiró. —Prefiero no tener bando.

Eric y yo competimos desde niños, por lo que mi plan a corto plazo era tener mejor coche que el suyo. No sé cuál era mi tirria con Eric. Supongo que me gustaba verlo odiarme. 

—Bob se va a enojar —dijo Sam, mirando la hora—. Vamos.  

—Bien. Vamos —dije con gesto aburrido.

Me gustaba tocar en el bar. Sin embargo, como todo, empecé a sentir que ya me quedaba chico. Max Solatano necesitaba llenar estadios, no bares. 

Y necesitaba ser el primero y mejor en todo. Y no lo vi mal. Simplemente tenía una mentalidad ganadora. 

Lo primero que hice al bajar del coche fue echar un vistazo al estacionamiento y  advertir si estaba o no el coche de Gin. ¿Si recuerdan que tenía una novia llamada Gin? Yo también haría bien en recordarlo. Mi plan era que ella se cansara de mi y me engañara para no tener que cortarla yo. Cobarde, lo sé, pero así Bob no me odiaría por dejar a su hija. Quería contar con su favor para no arruinar mi relación con la Bombilla. 

Eric me recibió con un tono sarcástico: —Por fin llega la estrella de Rock.

—Trata de disimular el coraje que me tienes —devolví y nos pusimos frente a frente.

—¿Perdón?

—Que me tienes coraje —repetí, soberbio—. Te purga que sea el más popular de la banda.

—Muérete, Max —dijo él, molesto, y se dio la vuelta. 

Me eché a reír. Sam me regañó con su mirada. ¿Qué? Era broma.

—¡No aguantas nada! —le dije a Eric—. ¡Por Dios, eres más delicado que una chica!

Ahora reconozco que mis bromas solían humillar a otros. Humillar mucho a otros.  Pero uno no puede regresar el tiempo y madurar antes de lo destinado o previsto. 

Eric me miró dolido. —Broma o no, la Bombilla te está esperando.

—Claro, quiere hablar con el líder de la banda —sonreí. 

—¡Max! —me regañó Sam. 

Eric rodó sus ojos y me señaló hacia dónde ir.

—No aguantan nada —repetí.

Ellos dos se quedaron atrás para comentar cuánto me odiaban en secreto, supongo. 

—¡Max Solatano! —me saludó la Bombilla. Junto a él estaba Bob—. Te gusta hacernos esperar.

Estreché su mano y la de Bob. —Mucho tráfico. Perdón —me disculpé. 

—Ya se comporta como una estrella —dijo Bob.

Me reí y miré de soslayo a Eric y a Sam. ¿Qué haces? Lo correcto hubiera sido recordar a Bob y a la Bombillas que ellos dos también eran parte de la banda y que debían acompañarnos.
Pero no lo hice... No lo hice. 

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora