La Maldición del Heredero (+18) (Completa)

· XIX | El Carruaje Lunar ·

I feel we're close enough, I wanna lock in your love

I think we're close enough. Could I lock in your love, baby?

Latch (Sam Smith)

Harry estaba allí otra vez. Rodeado de nieve y risas de niños. Louis hablaba capturando la atención de los demás. Harry intentaba ajustar su audición, distinguir su voz sobre el ruido, recordar cómo se oía cuando era niño.

—Les juro que puedo —decía, sacando pecho y gesticulando con las manos—. Pero no aquí, porque van a regañarme.

—Apuesto a que mientes —dijo una niña.

Su rostro era nebuloso, como el de todos los demás. El único rostro claro era el de Louis, de ojos redondos y azules, de sonrisa altanera. Harry creía que tenía que ver con su tenue olor.

—Apuesto a que eres una idiota —retrucó y el grupo de niños estalló en carcajadas.

—Vamos a donde puedas mostrarnos —dijo otro niño.

Louis se mordió el labio.

—Sólo si juran no decírselo a nadie —dijo levantando un dedo amenazador.

Miró a cada uno a los ojos, desafiante, hasta que su mirada azul finalmente se cruzó con la de Harry.

—Oh, vamos. ¿Y tú por qué lloras? —preguntó.

¿Estaba llorando? Harry se secó las mejillas con las palmas y sintió el tirón de la piel helada.

—No me gusta mentirle a mi mamá.

Las palabras salieron sin que él las autorizara, presas de la fatalidad del recuerdo. Harry desearía poder haber dicho otra cosa: "En unos años nos volveremos a encontrar y me enamoraré de ti, y te enamorarás de mí. Por favor no me lastimes".

Louis rodó los ojos.

—Pues quédate, entonces, así no tendrás que mentirle —dijo y se fue.

El resto de los niños sin rostro lo siguieron entre conversaciones susurradas. Harry miró sobre sus hombros: del caserón salía música y olor a comida, y el ruido de la conversación de los adultos. Ojalá Gemma estuviera aquí, pensó Harry, ella me diría qué hacer. Porque Harry no quería quedarse solo en el patio, pero tampoco quería mentirle a su mamá.

Quizás ganó el aburrimiento. Quizás el Harry niño de alguna manera sabía que volvería a esa noche en el recuerdo, en muchos años, y que no podía dejar pasar la oportunidad de mostrarse más de Louis.

Los niños ya se habían perdido entre los árboles, pero habían dejado huellas en la nieve como migajas marcando el camino. Harry las siguió.

—¡Esperen! —dijo, y corrió tras ellos.

Toc, toc, toc.

El bosque se fundía consigo mismo, en una masa blanquecina que Harry apenas podía ver, corriendo así. Pasó un segundo que supo a minutos y Harry estaba con los otros niños. Estaba oscuro, bajo los árboles, y Harry se sentía atrapado entre la muchedumbre, sin saber a dónde iba. Se aferró a la única persona con rostro, la única que olía como presente.

Llegaron a un claro. Louis salió primero. Era pequeño, ¡joder! Tan pequeño. Tenía un suéter naranja que le quedaba grande y unas botas para la nieve que dejaban huellas del doble de sus pies. Harry se quedó admirándolo un segundo, hasta que sintió el empujón de uno de los niños detrás de él. Dio unos pasos adelante, hasta chocar contra Louis.