Capítulo 12.

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¿Alguna quiere que le dedique un capítulo?

Las amo.
Gracias.

—¡Ay! ¡¿Por qué me pegas?!

—¡Por imbécil! ¡Me diste un susto de muerte!– Me cruzo de brazos mientras lo veo sobarse la cabeza.

—No era mi intención.

—¿No pudiste al menos hablar y decir que eras tú? – Lo acuso.

—Porque...como sea, olvídalo.– Resopla y se sienta en la cama.

Aprieto los puños y me muerdo la lengua reteniendo el montón de insultos que en este momento se aglomeran en mi cabeza.

—¿A qué haz venido?– Me paro frente a él.

Exhala sonoramente. —Alguien venía siguiéndome y el único lugar al que pude venir fue aquí.

—¡¿Qué?!

—¡Deja de gritar!

—¿Cómo quieres que deje de gritar? Castiel por Dios, ahora más que nunca me tienen en la mira.

—Jay te está cuidando. –Dijo.

Reí cínicamente. —¿Cuidando? Hoy se fue sin mi.– Reclamé con enfado.

Él no dijo nada y se dedicó a mirar el vacío.
Lo observé detenidamente, algunos mechones de su cabello caían desordenadamente en su frente, su ropa estaba mojada y respiraba con dificultad.
Hizo un amago para levantarse y al inclinarse una mueca de dolor se instaló en su cara y dejó escapar un pequeño gemido.

—¿Estás bien?– Pregunto acercándome a él.

—Sí, sólo me duele la cabeza.–Dijo mientras ponía un brazo alrededor de su costilla izquierda y volvía a quejarse.

—Ok. Quitate la camisa.– Le ordeno.

Inmediatamente se alarma.

—No.

—O te la quitas o te largas de mi casa. – Advierto.

Tensa su mandíbula y me mira con enfado.
Está consciente de que si sale de ésta casa lo van a encontrar, quien quiera que sea que lo busque. Se lo piensa por unos segundos más y finalmente empieza a sacarse la camisa empezando por el dobladillo de ésta.

Se pone de pie y se la quita totalmente y con lentitud.
Trago grueso viendo su abdomen, ni siquiera me preocupo en buscar alguna herida o golpe. Lo primero que llama mi atención son sus abdominales y la V que se pierde más allá del inicio de sus pantalones.
Su piel bronceada brilla aún en la oscuridad, sus brazos fuertes y largos son una hermosa vista, su pecho sube y baja mientras sus músculos se contraen.
Su cuello es una tentación, su barbilla y mandíbula tan varoniles y fuertes; sus labios son rosados y carnosos, inconscientemente muerdo los míos y no puedo evitar imaginarme besándolo. Su nariz es perfecta para su rostro, pequeña y respingona. Por último llego hasta sus exóticos ojos azules, los cuales me miran con enfado y una ceja enarcada.

—¿Te quedarás ahí mirándome como si quisieras violarme Lauren?

Mi boca está por tocar el suelo al darme cuenta de mi acción tan descarada y osada. Siento mis mejillas arder y no puedo mirarlo a los ojos.

Carraspeo.—Yo...ehm, voy a...acercarme.– Aviso tartamudeando.

Vacilo antes de acercarme y avanzo con lentitud, Castiel empieza a impacientarse y pasa el peso de un pie a otro.

NarcotraficanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora