Capítulo 3 II

8.8K 1.1K 28
                                    

—¿Lena? —oí a mi espalda. Me giré y vi a Lisange a pocos metros de distancia de mí—. ¿Qué haces aquí?

—Buscaba el coche —mentí—, pero no lo he encontrado. Me observó suspicazmente. Estaba segura de que no se lo había creído, pero no dijo nada.

—Está en la entrada principal, como siempre. —Hizo una pausa y dirigió una rápida mirada en torno al aparca- miento—. Ten cuidado, Lena, no te quedes en lugares solitarios.

—Lo tendré en cuenta.

Caminé a su lado, sin decir una palabra. No esperaba esa negativa. ¿Qué más le daba a él? Ya estaba acostumbrado a hacer cosas así, ¿no? Me odié a mí misma; suplicar por mi propia muerte había sido patético. Debía sentirme afortunada por haber sobrevivido a ese accidente, pero, en cambio, había buscado desesperada acabar con todo, pidiendo ayuda a un chico que se había mofado de mí en mi propia cara. Me lo tenía merecido por tonta. ¿A quién en su sano juicio se le habría ocurrido algo así?

Por mi propio bien y el de la poca dignidad que me quedaba, decidí no contarle lo sucedido a Lisange. Además, confesarle que a pesar de sus esfuerzos prefería morir antes que sus apasionantes actividades no era precisamente una buena idea.

—¿Por qué has salido antes? —me preguntó. —Necesitaba pensar.

Guardó silencio, mordiéndose el labio inferior y con la frente fruncida. Cuando llegamos al coche, se sentó, pero no arrancó.

—Lo siento —se disculpó de pronto, contorneando el rostro en una expresión de verdadera culpabilidad—, no te estoy sirviendo de mucha ayuda.

Me quedé perpleja, parecía estar sufriendo. Su expresión afligida me conmovió, pero guardé silencio, así que en- cendió el motor y emprendió el camino de regreso a casa.

—No es culpa tuya —repliqué al cabo de unos pocos minutos—. Creo que no me adapto bien a los cambios.

De repente, dio un brusco volantazo y me precipité hacia la ventanilla. Un increíble vehículo negro se había cruza- do a toda velocidad en nuestro camino.

—¿Pero qué...? —Lisange parecía contrariada, sus ojos estaban desorbitados pero mantenía el rostro lo más se- reno posible—. Maldito seas, Dubois —exclamó entre dientes. Era la primera vez que la veía abandonar ese aire de eterna ensoñación.

Un pesado nudo se instaló en mi estómago, recordándome cómo habían terminado las cosas pocos minutos antes.

—¿Cómo sabes que es él?

—Para serte franca, Lena, ¿cuántos coches como ese crees que puede haber en esta ciudad?

Yo no entendía nada en absoluto del tema, así que me encogí de hombros. Lisange bajó la temperatura del aire acondicionado hasta los 16 grados. La miré atónita, pero tampoco sentí frío, así que no hice ningún comentario.

—Nadie en este lugar se permite conducir coches así. No hay la necesidad de llamar la atención de semejante forma.

Eché un vistazo a mi alrededor. Está bien, no era una experta, pero no hacía falta ser un genio para saber que en el que estábamos no era precisamente de clase media. Bastaba con observar a través de la ventanilla para ver las miradas curiosas que despertaba. La miré arqueando una ceja con escepticismo. Ella prefirió ignorarme.

—¿Estás segura de que no quieres un coche?

Después de haber sufrido un accidente, haber perdido a toda mi familia y mis recuerdos, ¿me preguntaba ahora si quería conducir?

—Prefiero caminar.

—Creo que Liam tiene una bicicleta que no utiliza des- de que llegamos. Está en buen estado, y no tendrá ningún problema en regalártela.

Pensé en la posibilidad, no parecía muy peligroso para el resto de peatones que yo montase en una, ¿no?

—Bueno, creo que eso estaría bien.

—¡Genial! —exclamó con una amplia sonrisa.

_______________
 
A ver que os parece, este es un poquito más corto :)

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora